Argumento:
El afán de Napoleón Bonaparte por extender su Imperio eliminando cualquier frontera y llevando consigo el aire fresco de las ideas de la revolución francesa fue al mismo tiempo la causa de que su ambición fracasara.
Allí donde llegaba atraía con los cambios que promulgaba, haciendo que se le abriesen las puertas con suma facilidad; como lo fueron las españolas que, con el pretexto de invadir Portugal, sirvieron a la postre para pasearse a sus anchas por un país necesitado de un nuevo orden. Pero, como pudo comprobar el emperador, después de años intentando imponerse a los españoles, se encontró con un pueblo fiel a no se sabe que principios.
Junto a Manuel Godoy protagoniza toda una serie de conspiraciones y traiciones, fruto de una estudiada y maquiavélica estrategia en la que también influyeron los deseos de venganza y el ansia de poder de ambos.
Opinión:
Es de todos conocida la situación en la que se encontraba España a finales del siglo XVIII, un país sin rumbo en el que cinco fueron los actores que se empeñaron en representar lo que hoy sería la mejor de las series de televisión, pues ingredientes para ello tiene de sobra; léase: conspiraciones, traiciones, cuernos, venganzas e incluso asesinatos. Y todo por el noble arte del "quítate tú para ponerme yo", una partida que el autor no duda en llamar "Un juego de tronos..." y que particularmente me parece un título muy acertado, más cuando le añade el adjetivo "... castizo", porque si algo han tenido nuestros gobernantes en toda la historia es esa gracia para urdir tramas, y deshacerlas cuando ven peligrar su cabeza.
La secuencia de los hechos pone el foco de atención sobre Carlos IV, a quien las cuestiones de estado como que no le iban, por lo que delegó en Manuel Godoy, uno de los muchos validos que gobernaron por él; un personaje que supo atraer la atención de la reina María Luisa, con la que presumiblemente tuvo dos de los hijos adjudicados al rey. Un enredo monárquico que se convierte en el punto de inflexión de toda esta historia, momento en el que Fernando VII solicita el trono a su padre y Napoleón Bonaparte ve la oportunidad de jugar la partida que más le interesa.
La puesta en escena de los hechos queda reflejada de forma cronológica dentro de lo posible, pues a menudo se enfoca el punto de atención en algún acontecimiento, pasado o futuro, para reforzar el relato, incluso repitiendo argumentos con nuevos enfoques; lo que contribuye a hacernos una idea bastante clara del tablero en el que se movían. La correspondencia de Godoy con los monarcas, sobre todo con la reina María Luisa, obliga a una lectura más pausada y concentrada, tanto por las claves que encontramos de la historia como por lo que hoy consideraríamos faltas de ortografía.
En la parte final nos metemos de lleno en las distintas estrategias que manejan Napoleón y Godoy quienes, con la excusa de querer lo mejor para España y Portugal, se dedican a acometer todo tipo de engaños, manipulaciones e incluso asesinatos selectivos, mientras que de fondo encontramos un panorama donde se nos vende la ilustración europea pero donde se esconden el absolutismo y el despotismo.
Los continuos vaivenes de Manuel Godoy, quien cambia su fidelidad entre monarcas españoles o imperios europeos, nadando, guardando la ropa y siempre un paso por delante de los acontecimientos, aunque fuese para demostrar una y otra vez que era más fuerte su ambición personal que la lealtad de la que presumía. Como se puede apreciar a través de esta crónica, podría decir que a los únicos que engañó fue a Carlos IV y a su mujer, María Luisa de Parma, ser su amante se lo tuvo que poner fácil para venderles sus fracasos como grandes logros. En cambio, Fernando VII no siempre le bailó el agua y Napoleón Bonaparte jugó con él haciéndole creer que le tenía engañado para así conseguir que le abriese las puertas de España con el pretexto de querer anexionarse Portugal.
En algunos apartados de este ensayo los datos me han ido encendiendo cada vez un poco más y he comprendido que Napoleón viera factible venir y quedarse, menos mal que el pueblo llano nada tenía que ver con la clase dirigente y supo enseñarle el camino de vuelta; como bien dice, no contaba con el honor con el que lucharon los españoles.
Leyendo la novela corsa de Napoleón Bonaparte sorprende descubrir una figura repleta de cambios, quizás fruto de la estrategia en la que basó, como corso, su venganza personal contra los franceses, así como otras características de su personalidad. Pero, sobre todo, el baile al que invita a Godoy y con el que hace participar a medio mundo; una época convulsa en la que las diferentes tendencias políticas y sociales se solapan con unas decisiones en política internacional que hicieron disminuir nuestra presencia en muchos de los territorios ocupados en América.
Un trabajo que recomiendo leer con calma y con el que, como podéis apreciar, he encontrado muchos hechos y bastantes puntos de interés con los que abrir debate.
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