Sinopsis
En la Edad Media hubo quien levantó magnas catedrales, pero fueron los maestros vidrieros quienes las convirtieron en las ventanas del cielo.
Hugo renuncia al destino que su padre le ha marcado. Su decisión hace que abandone Burgos, y también a Berenguela, su amiga, y a su ambicioso hermanastro, Damián. Nada más dejar la ciudad descubre que su padre está siendo traicionado y ha de huir para salvar la vida. Se embarca en un ballenero en el que conoce a Azerwan, un fascinante esclavo con quien viaja después a África. Allí, un fatal suceso le hace escapar de nuevo, esta vez con una mujer, Ubayda, y un singular halcón, Aylal, persiguiendo su destino: el arte de hacer vidrieras.
Una novela épica y de aventuras que se desarrolla entre España, el norte de África, la ignota Terranova y las más pujantes ciudades europeas en una época deslumbrante.
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El marco histórico donde se desarrolla esta novela hay que extraerlo de una segunda lectura, del poso que va dejando el argumento mientras que los personajes centrales, los hermanos Hugo y Damián de Covarrubias, toman caminos diferentes por expreso deseo de su padre, don Fernando, un comerciante de lanas de los más prósperos de Castilla. Este detalle, que podría carecer de importancia, nos introduce de lleno en el tremendo comercio que la Castilla de la reina Isabel, la católica, tenía con otras poblaciones de la península y ciudades europeas más avanzadas, para lo que se hizo imprescindible la flota del cantábrico.
La trama da comienzo cuando don Fernando ha de decidir cual de sus hijos seguirá con el negocio familiar; si Hugo, el hijo legítimo o Damián, el hijo de su segunda esposa. Tras algunos incidentes, la decisión no se hace esperar y acompañaremos a Hugo en un viaje donde tendrá que realizar los trabajos más penosos bajo la vigilancia impuesta por su padre. El castigo le irá deparando una serie de aventuras en las que se verá obligado a participar; un tiempo para hacer buenos amigos e ir sorteando enemigos que condicionarán su futuro. La primera de ellas le hará buscar refugio como polizón en un barco, interrumpiendo su viaje a Brujas y poniendo rumbo a las costas de Irlanda a la captura de ballenas.
Mientras que Damián, recibirá toda suerte de oportunidades así como el encargo de acudir a Flandes para establecer relaciones con diferentes compradores. También incluirá en el premio a su fortuna la mano de Berenguela, que, obligada por sus padres, tendrá que renunciar al amor que ha sentido desde niña por Hugo. Un matrimonio que veremos descomponerse, al tiempo que lo hará el negocio familiar de la lana y aumenta la lista de enemigos de Damián.
Si en el mar, Hugo conocerá la paz, transmitida por su nuevo amigo, Azerwan; será en África, donde ambos explotarán una mina de sal y se harán inseparables, al igual que lo harán su mujer Ubayda y Aylal, una hembra de halcón que le salvará la vida en más de una ocasión. Las caravanas del desierto o la influencia del Islam también se asoman a estás páginas.
Aventuras que no cesan hasta que da comienzo la segunda parte, en la que Hugo encamina por fin sus sueños y ayudado por los buenos consejos de sus amigos consigue formarse como futuro maestro del vidrio. A partir de aquí los episodios se vuelven más apasionantes al asistir al proceso de la transformación del sílice o la arena al fundirse con el fuego, por el encuentro con el color y la manera de obtenerlo y por dejarnos atrapar por las historias que nos cuentan como se transmitían los mensajes del evangelio: a través de las imágenes que cobraban vida en las vidrieras por el efecto de la luz del sol y también por el de las sombras que dejaban formas caprichosas y diferentes a cada momento; algo imprescindible dado que la mayoría de la gente, durante la edad media, no sabía leer ni escribir.
Y si hasta aquí todo es sugerente, acercaos a la narrativa del autor y comprobad por vosotros mismos el placer de sumergirse en una novela histórica, plagada de aventuras y leyendas, como las que relataba Azerwan, con frases de superación y sueños por cumplir. También, para conocer la influencia europea en nuestra arquitectura y de los elementos que, como las vidrieras, se convirtieron en el remate final que dio sentido al gótico. Seguro que a partir de ahora, seguiré la recomendación de Gonzalo Giner y buscaré para mi recreo vidrieras como la de la cartuja de Santa María de Miraflores, en Burgos, o la catedral de León, cuyo interior está ilustrado en la portada.
La trama da comienzo cuando don Fernando ha de decidir cual de sus hijos seguirá con el negocio familiar; si Hugo, el hijo legítimo o Damián, el hijo de su segunda esposa. Tras algunos incidentes, la decisión no se hace esperar y acompañaremos a Hugo en un viaje donde tendrá que realizar los trabajos más penosos bajo la vigilancia impuesta por su padre. El castigo le irá deparando una serie de aventuras en las que se verá obligado a participar; un tiempo para hacer buenos amigos e ir sorteando enemigos que condicionarán su futuro. La primera de ellas le hará buscar refugio como polizón en un barco, interrumpiendo su viaje a Brujas y poniendo rumbo a las costas de Irlanda a la captura de ballenas.
Mientras que Damián, recibirá toda suerte de oportunidades así como el encargo de acudir a Flandes para establecer relaciones con diferentes compradores. También incluirá en el premio a su fortuna la mano de Berenguela, que, obligada por sus padres, tendrá que renunciar al amor que ha sentido desde niña por Hugo. Un matrimonio que veremos descomponerse, al tiempo que lo hará el negocio familiar de la lana y aumenta la lista de enemigos de Damián.
Si en el mar, Hugo conocerá la paz, transmitida por su nuevo amigo, Azerwan; será en África, donde ambos explotarán una mina de sal y se harán inseparables, al igual que lo harán su mujer Ubayda y Aylal, una hembra de halcón que le salvará la vida en más de una ocasión. Las caravanas del desierto o la influencia del Islam también se asoman a estás páginas.
Aventuras que no cesan hasta que da comienzo la segunda parte, en la que Hugo encamina por fin sus sueños y ayudado por los buenos consejos de sus amigos consigue formarse como futuro maestro del vidrio. A partir de aquí los episodios se vuelven más apasionantes al asistir al proceso de la transformación del sílice o la arena al fundirse con el fuego, por el encuentro con el color y la manera de obtenerlo y por dejarnos atrapar por las historias que nos cuentan como se transmitían los mensajes del evangelio: a través de las imágenes que cobraban vida en las vidrieras por el efecto de la luz del sol y también por el de las sombras que dejaban formas caprichosas y diferentes a cada momento; algo imprescindible dado que la mayoría de la gente, durante la edad media, no sabía leer ni escribir.
Y si hasta aquí todo es sugerente, acercaos a la narrativa del autor y comprobad por vosotros mismos el placer de sumergirse en una novela histórica, plagada de aventuras y leyendas, como las que relataba Azerwan, con frases de superación y sueños por cumplir. También, para conocer la influencia europea en nuestra arquitectura y de los elementos que, como las vidrieras, se convirtieron en el remate final que dio sentido al gótico. Seguro que a partir de ahora, seguiré la recomendación de Gonzalo Giner y buscaré para mi recreo vidrieras como la de la cartuja de Santa María de Miraflores, en Burgos, o la catedral de León, cuyo interior está ilustrado en la portada.
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