Sinopsis
Nacido en la paupérrima Sicilia de principios del siglo XIX, Guglielmo pronto descubre que tiene un talento especial: puede reproducir en un piano cualquier melodía con sólo escucharla una vez. Convertido en el pianista de moda, el joven Guglielmo crece rodeado de mujeres exuberantes y hombres peligrosos. Hasta que un día, después de participar involuntariamente en el asesinato de un jefe rival, la Cosa Nostra lo manda a los Estados Unidos como si fuera «un envío postal».
Allí se convertirá en el pianista de la Mafia, tocando para Don Siegel, Lucky Luciano, Frank Costello, Joe Bonanno, Vito Genovese y otros gánstgers legendarios que controlan gran parte del tráfico económico y las intrigas políticas de la región. Mientras se adapta a su nueva situación de inmigrante, será testigo privilegiado del lado sórdido de la Mafia, de sus pequeñas miserias y sus sangrientos ajustes de cuentas, aunque también tendrá tiempo para codearse con glorias de la música como Duke Ellington, y hasta de tomarle una prueba de canto a un joven de ojos azules llamado Frank Sinatra...
Con una pluma exuberante y nostálgica, el célebre escritor siciliano Alfio Caruso nos narra, en esta primera parte, la llegada de Guglielmo a los Estados Unidos, los violentos hechos de sangre que provocarán su traslado de Chicago a la gran ciudad de Nueva York, y los extraños pactos entre la Mafia y el gobierno norteamericano con motivo de la segunda guerra mundial. El pianista siciliano es la historia tragicómica y conmovedora de un hombre que le puso la banda sonora a un período clave de la historia reciente de la Mafia.
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Los recuerdos de toda una vida narrados por Willy Melodia, un personaje de ficción que me recuerda a todos esos actores secundarios de las grandes películas donde el eje central es el mundo de la mafia, un hombre discreto que vive en el centro del huracán como invitado, oye pero no escucha, mira pero no ve; él no pertenece al círculo de poder, tan sólo les acompaña con las melodías de su piano.
De su infancia siempre mantendrá los olores, al carbón que respiraba en su cuarto, a la sal que transportaba junto a su padre y sus hermanos, el del jabón de los domingos, el imaginario de los pasteles que degustaban a través de un cristal; la pobreza.
Cuando empezó a ayudar en las labores de la iglesia, no se imaginaba el placer que las notas del órgano le iban a proporcionar, se quedaba absorto cada vez que las oía y no tardó mucho tiempo en conocer a que teclas correspondía cada una, descubriendo un don que perfeccionaría con los años. Había aprendido a tocar de oído y sus días comenzaron a tener un sentido, el párroco le daba su aprobación y le apremiaba para que escuchase nuevas melodías para después interpretarlas.
Gracias a su esfuerzo consiguió nuevos trabajos que permitieron a su familia aparcar la miseria y, sin grandes lujos, cambiar al menos sus hábitos de alimentación. Pero también le abrieron las puertas a lugares de donde ya no podría escapar, amistades y jefes a los que no debería defraudar y ciudades a las que poner tierra de por medio; en este caso mar, pues tuvo que cruzar el atlántico.
En América buscó su oportunidad, como tantos otros, pero el camino siempre estaría sembrado de pequeñas trampas o de altos escalones, sin embargo, supo allanar el terreno por medio de su piano, por el que era reclamado en los clubes de jazz, en las fiestas privadas o acompañando una partida de póker. Su excelente oído le permitía interpretar valses, música italiana, obras clásicas y sobre todo el jazz de Duke Ellington a quien admiraba y del que imaginaba que su pieza "Black and tan fantasy" la había escrito para él.
Formaba parte de ellos y estaba implicado en todo lo que hacían los demás aunque él no participase, se rodeaba de los míticos ganster como Lucky Luciano y escuchaba conversaciones que no iban con él pero que le convertían en cómplice. Con los años tuvo que acostumbrarse a tener un pie dentro y otro fuera al mismo tiempo que las manos en el teclado.
"...fui al cine a ver un western y encima del pianista del saloon aparecían las palabras "Don´t shoot the pianist". Las habían copiado de mi chapa, lástima que nadie me haya pagado nunca un centavo por los royalties".
La ciudad de Chicago contaba con todo lo que el sueño americano podía ofrecer a un hombre criado en la miseria, pero también la otra cara de la moneda: para hacerse rico o respetable hay que infringir las reglas y pasearse por el estrecho hilo de la legalidad.
Willy Melodia tuvo suerte (no tanta como Lucky) y pudo disfrutar de la música, de Louis Amstrong, Benny Goodman, Glenn Miller, George Gershwin o Frank Sinatra, con la que pudo ganarse un nombre y una reputación que hacía soñar a los que le rodeaban, gentes de clase media y baja que comprendían que no era necesario estar en el lado equivocado para construir un destino.
Una novela de ficción histórica en la que se recrean muchos de los episodios que tantas veces hemos visto en la pantalla, pero también un personaje con sentimientos para todo aquel que le rodea. Sus conquistas, sus mujeres y sus hijos, no consiguieron alejarle de ese mundo pero aprendió a vivir en armonía, nunca mejor dicho.
De su infancia siempre mantendrá los olores, al carbón que respiraba en su cuarto, a la sal que transportaba junto a su padre y sus hermanos, el del jabón de los domingos, el imaginario de los pasteles que degustaban a través de un cristal; la pobreza.
Cuando empezó a ayudar en las labores de la iglesia, no se imaginaba el placer que las notas del órgano le iban a proporcionar, se quedaba absorto cada vez que las oía y no tardó mucho tiempo en conocer a que teclas correspondía cada una, descubriendo un don que perfeccionaría con los años. Había aprendido a tocar de oído y sus días comenzaron a tener un sentido, el párroco le daba su aprobación y le apremiaba para que escuchase nuevas melodías para después interpretarlas.
Gracias a su esfuerzo consiguió nuevos trabajos que permitieron a su familia aparcar la miseria y, sin grandes lujos, cambiar al menos sus hábitos de alimentación. Pero también le abrieron las puertas a lugares de donde ya no podría escapar, amistades y jefes a los que no debería defraudar y ciudades a las que poner tierra de por medio; en este caso mar, pues tuvo que cruzar el atlántico.
En América buscó su oportunidad, como tantos otros, pero el camino siempre estaría sembrado de pequeñas trampas o de altos escalones, sin embargo, supo allanar el terreno por medio de su piano, por el que era reclamado en los clubes de jazz, en las fiestas privadas o acompañando una partida de póker. Su excelente oído le permitía interpretar valses, música italiana, obras clásicas y sobre todo el jazz de Duke Ellington a quien admiraba y del que imaginaba que su pieza "Black and tan fantasy" la había escrito para él.
Formaba parte de ellos y estaba implicado en todo lo que hacían los demás aunque él no participase, se rodeaba de los míticos ganster como Lucky Luciano y escuchaba conversaciones que no iban con él pero que le convertían en cómplice. Con los años tuvo que acostumbrarse a tener un pie dentro y otro fuera al mismo tiempo que las manos en el teclado.
"...fui al cine a ver un western y encima del pianista del saloon aparecían las palabras "Don´t shoot the pianist". Las habían copiado de mi chapa, lástima que nadie me haya pagado nunca un centavo por los royalties".
La ciudad de Chicago contaba con todo lo que el sueño americano podía ofrecer a un hombre criado en la miseria, pero también la otra cara de la moneda: para hacerse rico o respetable hay que infringir las reglas y pasearse por el estrecho hilo de la legalidad.
Willy Melodia tuvo suerte (no tanta como Lucky) y pudo disfrutar de la música, de Louis Amstrong, Benny Goodman, Glenn Miller, George Gershwin o Frank Sinatra, con la que pudo ganarse un nombre y una reputación que hacía soñar a los que le rodeaban, gentes de clase media y baja que comprendían que no era necesario estar en el lado equivocado para construir un destino.
Una novela de ficción histórica en la que se recrean muchos de los episodios que tantas veces hemos visto en la pantalla, pero también un personaje con sentimientos para todo aquel que le rodea. Sus conquistas, sus mujeres y sus hijos, no consiguieron alejarle de ese mundo pero aprendió a vivir en armonía, nunca mejor dicho.
Si os gustan los ambientes de la mafia y el suave sonido de las teclas de un piano, no os perdáis las vivencias que nos recuerda un nonagenario que emigró a América tras verse implicado en un asesinato en Italia. Una narración plagada de curiosidades que harán viajar a otra época a quien lo lea.
Y para que disfrutéis con imágenes os dejo este fantástico vídeo de 1950; sobran las palabras. ----- |
Interesante trama. La mafia siempre da mucho juego y ejerce cierta atracción el leer y conocer cosas sobre ella.
ResponderEliminarAdemás el protagonista no es ni el mafioso, ni el joven que le quiere imitar, ni la novia del jefe; es el pianista,
Eliminarsaludos
Buena pinta no, buenísima pinta :)
ResponderEliminarBesos.
En cine siempre ha sido mi género favorito y si además le sumo música se hace completo,
Eliminarbesucus
No es el tema de la mafia un tema que me atraiga mucho, pero con este libro has conseguido picarme la curiosidad.
ResponderEliminarBesotes!!!
Esta novela puede hacerte cambiar de opinión,
Eliminarbesucus
Me llama mucho la atención esta novela, me la anotaré para futuras lecturas.
ResponderEliminarUn saludo.
Espero que disfrutes tanto como yo,
Eliminarbesucus
Uy, porloménix, ya me pones los dientes largos con esta novela. Es de esas que no se le podría decir que no porque es un ambiente del género negro puro y duro y tu reseña ya dice que es una buena novela. Saludos.
ResponderEliminarMi viaje en el tiempo ya tiene otro destino, espero encontrarte allí,
Eliminarsaludos
A mi me ha recordado a Piano man aunque claro es que es mi canción fetiche aunque esta más dirigida por los tiros que tu indicas . Buena recomendación.
ResponderEliminarAlgo hay en la letra de "Piano man" (tanto de la canción original como de la adaptación en castellano) que habla de pianistas que buscan su rumbo y viven de los recuerdos y las derrotas,
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