Sinopsis
A Vicente Parra, oficial instructor de la Ertzaintza, con sede en el barrio del Antiguo de San Sebastián, le son asignados dos casos aparentemente muy diferentes. La diseñadora de moda Elena Castaño ha sido salvajemente apuñalada en su mansión y aunque los indicios apuntan a un robo, pronto queda claro que se trata de un crimen personal disfrazado de asalto.
El otro caso es la muerte por insuficiencia renal y hepática de un joven llamado Cristian, bedel en la facultad de Química. La madre del joven sospecha que la muerte no fue natural pues últimamente llevaba un tren de vida que no se correspondía con su sueldo.
Vicente pronto descubre que los sospechosos están todos relacionados con el mundo de la gastronomía, y más cuando la autopsia del cadáver de Cristian no ofrece dudas sobre las causas de su muerte.
Dinero, sexo y secretas motivaciones salpican de sospechas a un entramado de personajes en los que será imposible confiar.
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Una novela que arranca con dos crímenes consecutivos, aunque separados por casi veinte años, es un buen comienzo para tener ocupado al lector conociendo personajes que pasan a ser sospechosos; no se salva ninguno, pues todos tienen adjudicados unos perfiles que siembran la duda nada más ser presentados. Todos están relacionados de alguna manera entre sí y con el mundo de la gastronomía, donde las rencillas y la envidia parecen ser el denominador común.
Vicente Parra, oficial instructor de la Ertzaintza, es nuestro protagonista. Uno de esos hombres que caen bien desde el principio y que sentimos muy cercano. No es el típico machote ni el guaperas de turno, tampoco el cerebro perfecto que todo lo sabe; es un trabajador normal que se caracteriza por hacer las cosas con diligencia y no dar una batalla por perdida. No tiene una varita mágica pero sí una intuición basada en horas de hacerse preguntas y un olfato exquisito que le hace percibir el más mínimo e insignificante de los detalles.
Curiosamente, Vicente no es ningún gourmet y por su trabajo se ve obligado a alimentarse a base de comida rápida y poco elaborada. Todo lo contrario a la mayoría de los hombres de San Sebastián que parecen haber nacido con una cuchara de madera en la mano. A nada que le conozcáis os agradará su compañía, tanto en el trabajo como en su relación familiar, círculo en el que irá degustando el buen hacer de su hijo en los fogones; un olfato heredado, perfecto para dedicarse a la gastronomía.
Las referencias gastronómicas y una sesión de platos maravillosos, bien presentados y condimentados, aparecen en cualquier oportunidad que el episodio lo requiere. El buen hacer de Xabier, el cocinero, nos da un respiro en la investigación para que nos dejemos llevar por otro tipo de sensaciones; otros aromas que nos abren el apetito.
Los dos casos que investiga Vicente Parra son el de Elena Castaño, una empresaria del mundo de la costura, y el de Cristian José, un bedel de universidad que iba para cocinero pero que no aguantó la presión ni la explotación laboral a la que fue sometido. Ambos crímenes, sin relación aparente, son analizados de forma paralela e irán tejiendo una trama con muchos puntos en común que nos hace estar muy atentos.
Si algo tiene esta novela es que resulta refrescante, los crímenes se perciben, las investigaciones no son una maraña de datos y los personajes tienen motivos más que suficientes para ser considerados culpables. La trama, que en principio es la de una novela policíaca, se va volviendo cada vez más negra dejándonos un desenlace donde descubriremos a las verdaderas víctimas.
Xabier juega al despiste con nosotros y nos mantiene al pie del cañón degustando sus platos, perdón, las páginas de la novela, donde escritor y cocinero se funden.
Una novela que arranca con dos crímenes consecutivos, aunque separados por casi veinte años, es un buen comienzo para tener ocupado al lector conociendo personajes que pasan a ser sospechosos; no se salva ninguno, pues todos tienen adjudicados unos perfiles que siembran la duda nada más ser presentados. Todos están relacionados de alguna manera entre sí y con el mundo de la gastronomía, donde las rencillas y la envidia parecen ser el denominador común.
Vicente Parra, oficial instructor de la Ertzaintza, es nuestro protagonista. Uno de esos hombres que caen bien desde el principio y que sentimos muy cercano. No es el típico machote ni el guaperas de turno, tampoco el cerebro perfecto que todo lo sabe; es un trabajador normal que se caracteriza por hacer las cosas con diligencia y no dar una batalla por perdida. No tiene una varita mágica pero sí una intuición basada en horas de hacerse preguntas y un olfato exquisito que le hace percibir el más mínimo e insignificante de los detalles.
Curiosamente, Vicente no es ningún gourmet y por su trabajo se ve obligado a alimentarse a base de comida rápida y poco elaborada. Todo lo contrario a la mayoría de los hombres de San Sebastián que parecen haber nacido con una cuchara de madera en la mano. A nada que le conozcáis os agradará su compañía, tanto en el trabajo como en su relación familiar, círculo en el que irá degustando el buen hacer de su hijo en los fogones; un olfato heredado, perfecto para dedicarse a la gastronomía.
Las referencias gastronómicas y una sesión de platos maravillosos, bien presentados y condimentados, aparecen en cualquier oportunidad que el episodio lo requiere. El buen hacer de Xabier, el cocinero, nos da un respiro en la investigación para que nos dejemos llevar por otro tipo de sensaciones; otros aromas que nos abren el apetito.
Los dos casos que investiga Vicente Parra son el de Elena Castaño, una empresaria del mundo de la costura, y el de Cristian José, un bedel de universidad que iba para cocinero pero que no aguantó la presión ni la explotación laboral a la que fue sometido. Ambos crímenes, sin relación aparente, son analizados de forma paralela e irán tejiendo una trama con muchos puntos en común que nos hace estar muy atentos.
Si algo tiene esta novela es que resulta refrescante, los crímenes se perciben, las investigaciones no son una maraña de datos y los personajes tienen motivos más que suficientes para ser considerados culpables. La trama, que en principio es la de una novela policíaca, se va volviendo cada vez más negra dejándonos un desenlace donde descubriremos a las verdaderas víctimas.
Xabier juega al despiste con nosotros y nos mantiene al pie del cañón degustando sus platos, perdón, las páginas de la novela, donde escritor y cocinero se funden.
Reconozco que no es un género que habitúe a leer pero hace poco me he adentrado en un libro del tema y lo he disfrutado así que no descarto nada, gracias por el descubrimiento.
ResponderEliminarBesos =)
Buena pinta tiene esta novela. Si es que no hay manera de reducir los pendientes...
ResponderEliminarBesotes!!!
Parece atractiva la combinación crímenes y gastronomía.
ResponderEliminarUn abrazo