"Al lento batir de los tambores, las primeras filas de españoles movíanse hacia delante, y Diego Alatriste avanzaba con ellas, codo a codo con sus camaradas, ordenados y soberbios como si desfilaran ante el propio rey. Los mismos hombres amotinados días antes por sus pagas iban ahora dientes prietos, mostachos enhiestos y cerradas barbas, andrajos cubiertos por cuero engrasado y armas relucientes, fijos los ojos en el enemigo, impávidos y terribles, dejando tras de sí la humareda de sus cuerdas de arcabuz encendidas"...
Flandes, 1625. Alistado como mochilero del capitán Alatriste en los tercios viejos que asedian Breda, Íñigo Balboa es testigo excepcional de la rendición de la ciudad, cuyos pormenores narrará diez años más tarde para un cuadro famoso de su amigo Diego Velázquez. Siguiendo a su amo por el paisaje pintado al fondo de ese cuadro, al otro lado del bosque de lanzas, veremos a Íñigo empuñar por primera vez la espada y el arcabuz, peleando por su vida y la de sus amigos. Estocadas, asaltos, batallas, desafíos, encamisadas, saqueos y motines de la infantería española, jalonarán su camino a través de un mundo devastado por el invierno y por la guerra.
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Siglo XVII. Reinado de Felipe IV. Siglo de Oro.
Siglo XVII. Reinado de Felipe IV. Siglo de Oro.
Tras los últimos acontecimientos vividos por nuestros amigos, estos han decidido cambiar de aires y olvidarse por un tiempo de las calles de Madrid y de los peligros que en cada esquina les acechan. Cumpliendo así con su deber para con el rey, se encuentran pasando las calamidades que el ejercito les proporciona y orgullosos hasta en la miseria comparten lluvia, barro, frío y hambre, aparte de poner su pellejo y su espada a las ordenes del general Ambrosio Spínola.
La guerra en Flandes no consistía nada más que en hacer rendirse a quienes abrazaban otra religión que Felipe IV y su corte no aceptaban, no era cuestión de tierras sino de decir por la fuerza que la razón estaba de su parte. No hubo riquezas, ni para las arcas del reino ni para los combatientes que tenían prohibido hacerse con botines de guerra. Mientras tanto, la corte bailaba, reía y ensanchaba Castilla hacia Europa.
Las pagas a los soldados tampoco llegaba a tiempo y hacía varios meses que la soldadesca echaba humo, por lo que los motines eran la única solución que les quedaba para reclamar lo que era suyo, aunque después se lo gastasen más rápido que ninguno en juegos de cartas o prostitutas, que en todos los sitios hubo y cercanas a los campos de batalla también.
Íñigo Balboa continúa siendo la voz que narra todo lo que ven sus ojos y lo que otros le contarán. La camaradería en la batalla pone a su alcance las grandes historias de sus compañeros, que al igual que el capitán Alatriste, llevaban años sirviendo a alguna causa en diferentes escenarios del Mediterráneo y Europa.
Alistado como mochilero ayuda en todo lo que es menester y colabora en algunas incursiones, lo que le vale para madurar al verse involucrado en acciones cuerpo a cuerpo donde debe poner a salvo su vida y la de sus compañeros. Con el recuerdo de su amada menina, Angélica de Alquezar, logra superar los obstáculos que tiene por delante y consigue volver a las calles de Madrid; pero eso son nuevas historias en las que le acompañaremos más adelante.
Fruto de aquellos días, en los que contribuyó con orgullo a salvar del fuego los pocos libros que no habían sido pasto de las llamas en el incendio de la biblioteca del ayuntamiento de Oudkerk, conoció a Don Pedro Calderón de la Barca, a quien ayudo y le estrechó su mano en agradecimiento.
Ahora, junto a Velázquez, comparte la creación del cuadro "La rendición de Breda" (también conocido como "Las lanzas"), aportando datos para su realización que el pintor supo tan bien retratar. Unas acertadas notas del editor, al final del libro, aclaran las dudas sobre los personajes que figuran en el lienzo y quienes pudieron haber desaparecido después de haber sido inmortalizados: entre ellos el capitán Alatriste.
Quizá sea esta obra la más histórica de la saga al alejarse de las aventuras y volcarse más en los hechos, que tras una larga documentación, ha sabido reflejar de una manera amena y coloquial; aunque posiblemente no guste tanto a los que se alejan de libros de guerra.
Allí donde descansan nuestros antepasados, que no supieron muy bien por qué ni por quién luchaban, y a los que llamaron "terratenientes" por haber conseguido un pedazo de tierra para morir; allí se siguen escuchando los gritos feroces de quienes lucharon:
"¡Santiago! ¡Santiago!... ¡España y Santiago!"
"¡España!... ¡España!... ¡Cierra España!..."
"¡Ni España ni leches!"
"¡Mis cojones!... ¡Cierran mis cojones!
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No me llama mucho la verdad...
ResponderEliminarGracias por la reseña!
Besitos^^
Yo sólo he leído La tabla de Flandes de Arturo Pérez Reverte. A ver si voy poniéndome al día con este autor.
ResponderEliminarUn saludo.
Yo he aprovechado este fin de semana par colgar las dos que me faltaban para estar al día y lo he conseguido... Esta es la menos aventurera, sin duda, más trama bélica como tú dices, y le falta, a mi entender, el lado más personal de los protgonistas y el encanto de Madrid y sus gentes.
ResponderEliminarBesazos,
Yo con Reverte no termino de encontrarme. No me va.
ResponderEliminarUn beso y disfruta del domingo.
Hace tiempo que no leo ninguna novela de Pérez Reverte, pero las he leído casi todas ¡¡A ver si me animo con ésta!!!
ResponderEliminarBesos
Reverte se me sigue resistiendo... ¿le pondré remedio algún día? Besos y gracias por la reseña que me sirve que sigo teniendo esta asignatura pendiente.
ResponderEliminarAy el Citan Alatriste! Un eterno reto.
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