Susana Macaya, una joven gitana educada como paya, desaparece tras su despedida de soltera. El cadáver es encontrado dos días después: la víctima ha sido brutalmente torturada siguiendo un ritual insólito y atroz. Su hermana Lara sufrió idéntica suerte siete años atrás, en vísperas de su boda, pero el asesino cumple condena en prisión: ¿alguien ha imitado sus terribles métodos o hay un inocente encarcelado?
La inspectora Elena Blanco, una policía veterana amante del karaoke, los coches de coleccionista, las relaciones sexuales en todoterrenos y la grapa, en la que intenta ahogar su doloroso pasado, deberá levantar los velos uno a uno para descubrir quién pudo vengarse con tanta saña de ambas novias gitanas. En el camino, se enfrentará a sus peores fantasmas.
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El terrible relato de un niño, encerrado en el espacio reducido de una nave, sin apenas luz, sin comida y con la única compañía de un perro, al que tiene que matar para defenderse de los ataques que está sufriendo en las piernas, es el primer escenario al que nos enfrentamos. Un lugar al que volveremos entre capítulos para conocer más detalles de su tormento, las consecuencias de su cautiverio y una identidad que tarda en sernos desvelada.
Sin tiempo para el descanso, presenciamos las últimos horas de vida de Susana Macaya, durante su despedida de soltera, y como su cuerpo es encontrado en La Quinta de Vista Alegre, en Carabanchel, una finca abandonada al oeste de Madrid. Lo que se encuentran la policía y el equipo forense que acuden al lugar de los hechos es suficiente para saber que ese caso no lo puede llevar cualquiera: la cabeza rasurada de la gitana y unos gusanos saliendo de los agujeros practicados en el cráneo con un taladro, son solo un aviso de a qué se van a enfrentar el tiempo que dure la investigación.
El papel protagonista de la novela le corresponde a Elena Blanco, jefa al frente de un grupo especial que trabaja al filo de la ley, la Brigada de Análisis de Casos, un departamento separado del Cuerpo de Policía y del que poca gente conoce su paradero. La inspectora, además de la investigación, nos cuenta como se desarrolló el secuestro de su hijo, ocho años atrás, cuando se separó de él en un descuido en la plaza Mayor de la capital. El mismo sitio donde ha trasladado su domicilio y desde donde vigila una de sus calles, una obsesión que es la causa de su vida sin freno y sus adicciones; pura adrenalina para una mujer decidida y con las ideas muy claras. Sus pequeños secretos son un aliciente más para quedar totalmente enganchado a una trama muy bien urdida.
Son varios los personajes que le dan la réplica a Elena, pero el joven subinspector Ángel Zárate se convertirá en el compañero más próximo desde su incorporación al grupo de trabajo; un puesto que tendrá que ganarse ante la desconfianza de los otros agentes. Ángel tendrá la dificultad añadida de mantener una estrecha relación con el inspector que llevó hace años el caso de la muerte de la hermana de Susana, su mentor, Salvador Santos, un jubilado que tiene mucho que ocultar y en fase previa de alzheimer, una enfermedad que no le pone fácil la tarea de recordar los detalles importantes. Sobre todo ahora que la lista de sospechosos crece por instantes sin saber si el asesino es un imitador o si en la cárcel se encuentra un inocente condenado por la ineficacia de un abogado de oficio.
Uno de los descubrimientos que se realiza durante la investigación prepara el terreno para la segunda entrega de la serie de la inspectora Elena Blanco, un material encontrado que contiene imágenes con violencia extrema y que pertenece a una banda que tiene su base en la zona oscura de Internet haciendo negocio con vídeos snuff, la Red Púrpura.
Una pista sobre el paradero de Lucas, el hijo desaparecido de Elena, cierra este episodio que se caracteriza por la agilidad de su trama con una escalofriante sensación de lo que nos espera.
Me tengo que poner con esta trilogía, sí o sí. Me has dejado con muchas ganas.
ResponderEliminarBesotes!!!
Yo también me tengo que poner con esta trilogía de CarmeN. uN ABRAZO
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