Sinopsis
"Hay momentos en la vida en los que la única manera de salvarse a uno mismo es muriendo o matando".
A finales del siglo XIX, durante la última etapa zarista, los Zucker, perseguidos por ser judíos, tienen que abandonar Rusia huyendo del horror y la sinrazón. A su llegada a la Tierra Prometida, Samuel Zucker adquiere las tierras de los Ziad, una familia árabe encabezada por Ahmed. Entre él y Samuel nace un fuerte vínculo, una sólida amistad que, por encima de las diferencias religiosas y políticas, se mantiene generación tras generación.
Con las amenazas, la sed de venganza y muchas pasiones desatadas como telón de fondo, las vidas entrecruzadas de los Zucker y los Ziad conforman un mosaico de traiciones y sufrimientos, de amores posibles e imposibles, al tiempo que plasman la gran aventura de vivir y convivir en un territorio marcado por la intolerancia.
Intensa y conmovedora crónica de dos sagas familiares, la nueva y esperadísima novela de Julia Navarro nos adentra en las vidas de personas con nombres y apellidos, que luchan por alcanzar sus sueños, y que son responsables de su propio destino.
“Los personajes de esta novela viven conmigo, me han enseñado mucho, forman parte ya de mi historia personal”. —Julia Navarro
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Julia Navarro se supera a sí misma con cada nueva novela, tanto por su narrativa como por la idea de la trama que comparte con nosotros. En este caso, es el difícil y complejo asunto de Palestina el que intenta descifrar, sirviéndose de una serie de personajes que nos darán su versión desde las dos posturas, la judía y la árabe. Aunque si por algo es extraordinaria esta ficción histórica es por hermanar a dos familias, los Zucker y los Ziad, que comparten tierra, trabajo y futuro sin importarles las diferencias de sus religiones.
Para introducirnos en esta historia, prestamos atención a la labor de una ONG que se entrevista con destacados miembros para dar un veredicto acerca de la política de asentamientos que mantiene Israel. Marian Miller es la encargada de recopilar toda la información sin tomar partido, pero a medida que se adentra en la conversación con Ezequiel Zucker se verá comprometida, necesitando conocer todos los recovecos de una historia que nunca nadie nos ha contado en su totalidad.
La autora pone toda su paciencia para componer el triste recorrido de los judíos desde su persecución en Rusia, su paso por Alemania y otros puntos de Europa, para al final llegar a la Tierra Prometida haciendo realidad una frase: "El año que viene en Jerusalén". Un lugar árido donde es imposible que nazca la vida y que tienen que compartir con los árabes bajo el mandato, primero de los turcos que sólo buscaban la rentabilidad de las tierras y después de los ingleses que jugaron a dos bandos con promesas contrapuestas a árabes y judíos. La política internacional juega su papel devastador y mi conclusión es que es la verdadera responsable de esta disputa al tratar el asunto como un conejillo de Indias para todo tipo de intereses políticos y militares poniendo a las religiones como excusa y escudo; situación que se sigue repitiendo en la Historia reciente.
La persecución y expulsión a la que se vieron sometidos los judíos son una constante en todo el relato y por medio de su lectura uno se puede hacer una idea bastante amplia del problema palestino, el porqué de los asentamientos, la identidad israelí que parece desde fuera un estado militarizado, el nacionalismo de ambas facciones que se disputan el territorio; o una segunda lectura más optimista donde los pueblos se acercan y el final podría estar a la vuelta de la esquina si se dejasen de lado los fanatismos y primasen más los sentimientos, pues me consta que la Paz es posible.
La historia que nos cuenta Ezequiel es la de Samuel, su padre, el verdadero protagonista de la novela, a quien le suceden cosas que un niño no debería ver, como encontrarse con su casa incendiada con su madre y hermanos dentro, teniendo que huir de San Petersburgo hacia un destino incierto. El camino que recorre junto a su padre y después solo, es toda una aventura a través de la Revolución Rusa, las dos Guerras Mundiales y los primeros asentamientos en Palestina hasta la proclamación del Estado de Israel. Un recorrido donde el mensaje principal es el de la convivencia entre distintos pueblos y religiones, donde se da protagonismo a unos personajes cuidados al extremo por la autora para conseguir un enfoque global de la situación, poner un poco de sensatez ante el gran problema palestino y aportar con sus historias algunas pinceladas del panorama europeo como las vividas por la Resistencia en París, la labor humanitaria para dar cobijo a los judíos por medio mundo o las costumbres de árabes y judíos.
La religión judía, o mejor dicho, el sentimiento de pertenencia al judaísmo, es para Samuel una incógnita, un desprecio por verse siempre perseguido y una atracción ante el sufrimiento de sus prójimos, pero también una barrera cuando tiene que luchar contra sus mejores amigos en Palestina, la familia árabe de los Ziad. Wädi Ziad es el personaje que relata a la representante de la ONG la vida desde el otro lado, la vida de Mohamed y Ahmed, los conflictos que padecen los palestinos árabes con los ingleses o con otros países árabes y el mismo acoso por el que antes protestaban los judíos.
La política es uno de los ingredientes que más trata la novela, casi todos los personajes se ven involucrados y predomina el socialismo ruso donde se promulgaba una sociedad sin clases. En la novela, Samuel establece algo parecido a los kibutz y que lleva el nombre de "La Huerta de la Esperanza", un espacio comunal donde todos son iguales, judíos y árabes debaten sus necesidades y aportan el mismo trabajo, la hermandad es lo que prima entre sus miembros y es su razón de ser. Pero todo cambia cuando se establecen los distintos grupos de defensa que dan lugar a los desencuentros de la primavera de 1920, agravándose el problema con la persecución nazi en la segunda guerra mundial y el hecho de que los árabes simpatizaran con Hitler. Un ingrediente que hace que el relato gane en su construcción y donde podemos apreciar otras historias que enganchan con la misma fuerza que el resto.
Julia Navarro se empeña en enseñarnos, en darnos una visión que nos aclare algunas dudas y seguro que hay quien verá sus palabras de una manera distinta, pero personalmente me ha servido, no sólo para mantenerme despierto frente a una lectura muy viva, sino para poner determinados peones en el tablero y conocer como han estado moviéndose hasta la fecha. El final coge un ritmo no previsto, se llena de tensión y sirve para que nos preguntemos qué se ha hecho mal en todo este proceso y quiénes son los culpables, porque las víctimas son todos.
Un triste final que da sentido al título de la novela y que, después de leerla, es el mejor resumen de la misma y de lo que ha estado ocurriendo en Palestina e Israel desde hace décadas.
Decir que la recomiendo es quedarme corto, creo que debería ser una lectura obligada, comentada y analizada, pues sus hechos históricos me parecen imprescindibles para cualquier amante del género; además, las dos sagas familiares que protagonizan la novela llevan al lector por un viaje en el tiempo descubriendo un pasado relativamente cercano.
Para introducirnos en esta historia, prestamos atención a la labor de una ONG que se entrevista con destacados miembros para dar un veredicto acerca de la política de asentamientos que mantiene Israel. Marian Miller es la encargada de recopilar toda la información sin tomar partido, pero a medida que se adentra en la conversación con Ezequiel Zucker se verá comprometida, necesitando conocer todos los recovecos de una historia que nunca nadie nos ha contado en su totalidad.
La autora pone toda su paciencia para componer el triste recorrido de los judíos desde su persecución en Rusia, su paso por Alemania y otros puntos de Europa, para al final llegar a la Tierra Prometida haciendo realidad una frase: "El año que viene en Jerusalén". Un lugar árido donde es imposible que nazca la vida y que tienen que compartir con los árabes bajo el mandato, primero de los turcos que sólo buscaban la rentabilidad de las tierras y después de los ingleses que jugaron a dos bandos con promesas contrapuestas a árabes y judíos. La política internacional juega su papel devastador y mi conclusión es que es la verdadera responsable de esta disputa al tratar el asunto como un conejillo de Indias para todo tipo de intereses políticos y militares poniendo a las religiones como excusa y escudo; situación que se sigue repitiendo en la Historia reciente.
La persecución y expulsión a la que se vieron sometidos los judíos son una constante en todo el relato y por medio de su lectura uno se puede hacer una idea bastante amplia del problema palestino, el porqué de los asentamientos, la identidad israelí que parece desde fuera un estado militarizado, el nacionalismo de ambas facciones que se disputan el territorio; o una segunda lectura más optimista donde los pueblos se acercan y el final podría estar a la vuelta de la esquina si se dejasen de lado los fanatismos y primasen más los sentimientos, pues me consta que la Paz es posible.
La historia que nos cuenta Ezequiel es la de Samuel, su padre, el verdadero protagonista de la novela, a quien le suceden cosas que un niño no debería ver, como encontrarse con su casa incendiada con su madre y hermanos dentro, teniendo que huir de San Petersburgo hacia un destino incierto. El camino que recorre junto a su padre y después solo, es toda una aventura a través de la Revolución Rusa, las dos Guerras Mundiales y los primeros asentamientos en Palestina hasta la proclamación del Estado de Israel. Un recorrido donde el mensaje principal es el de la convivencia entre distintos pueblos y religiones, donde se da protagonismo a unos personajes cuidados al extremo por la autora para conseguir un enfoque global de la situación, poner un poco de sensatez ante el gran problema palestino y aportar con sus historias algunas pinceladas del panorama europeo como las vividas por la Resistencia en París, la labor humanitaria para dar cobijo a los judíos por medio mundo o las costumbres de árabes y judíos.
La religión judía, o mejor dicho, el sentimiento de pertenencia al judaísmo, es para Samuel una incógnita, un desprecio por verse siempre perseguido y una atracción ante el sufrimiento de sus prójimos, pero también una barrera cuando tiene que luchar contra sus mejores amigos en Palestina, la familia árabe de los Ziad. Wädi Ziad es el personaje que relata a la representante de la ONG la vida desde el otro lado, la vida de Mohamed y Ahmed, los conflictos que padecen los palestinos árabes con los ingleses o con otros países árabes y el mismo acoso por el que antes protestaban los judíos.
La política es uno de los ingredientes que más trata la novela, casi todos los personajes se ven involucrados y predomina el socialismo ruso donde se promulgaba una sociedad sin clases. En la novela, Samuel establece algo parecido a los kibutz y que lleva el nombre de "La Huerta de la Esperanza", un espacio comunal donde todos son iguales, judíos y árabes debaten sus necesidades y aportan el mismo trabajo, la hermandad es lo que prima entre sus miembros y es su razón de ser. Pero todo cambia cuando se establecen los distintos grupos de defensa que dan lugar a los desencuentros de la primavera de 1920, agravándose el problema con la persecución nazi en la segunda guerra mundial y el hecho de que los árabes simpatizaran con Hitler. Un ingrediente que hace que el relato gane en su construcción y donde podemos apreciar otras historias que enganchan con la misma fuerza que el resto.
Julia Navarro se empeña en enseñarnos, en darnos una visión que nos aclare algunas dudas y seguro que hay quien verá sus palabras de una manera distinta, pero personalmente me ha servido, no sólo para mantenerme despierto frente a una lectura muy viva, sino para poner determinados peones en el tablero y conocer como han estado moviéndose hasta la fecha. El final coge un ritmo no previsto, se llena de tensión y sirve para que nos preguntemos qué se ha hecho mal en todo este proceso y quiénes son los culpables, porque las víctimas son todos.
Un triste final que da sentido al título de la novela y que, después de leerla, es el mejor resumen de la misma y de lo que ha estado ocurriendo en Palestina e Israel desde hace décadas.
Decir que la recomiendo es quedarme corto, creo que debería ser una lectura obligada, comentada y analizada, pues sus hechos históricos me parecen imprescindibles para cualquier amante del género; además, las dos sagas familiares que protagonizan la novela llevan al lector por un viaje en el tiempo descubriendo un pasado relativamente cercano.
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Aunque la novela histórica no es mi fuerte, reconozco que me tienta mucho la ambientación y que aborde el conflicto palestino desde la óptica de la ficción, pero sin perder el toque didáctico. La tengo en casa, y sé que la leeré cuando llegue su momento.
ResponderEliminarBesos.
Me gustan estas novelas que te enseñan un poco más de la historia y como tú bien dices, te colocan a la gente en su sitio para que sepas quien es quien.
ResponderEliminarMe encantó es quedarme corta. Una novela de diez para mí.
ResponderEliminarUn beso ;)
Me gusta como escribe Julia Navarro, en "Dime quien soy" me atrapó de principio a fin. La novela que comentas la tengo pendiente, pero espero poder leerla en algún momento.
ResponderEliminarUn abrazo