En 2014 leemos el Quijote
Otra aventura por la que me dejo seducir para este año 2014, a través del Reto que nos ha propuesto Laky del blog "Libros que hay que leer".
Leer "Don Quijote de La Mancha" es algo en lo que todos pensamos alguna vez, pero la mayoría no nos decidimos nunca, así que con lo fácil que nos lo ha puesto Laky muchos de nosotros nos dedicaremos a conocer o a reencontrarnos con sus personajes.
Semanalmente iremos comentando los cincuenta y dos capítulos de la primera parte según un calendario de lectura, que podéis ver junto a las bases en la entrada del Reto; mis comentarios se podrán ver en esta entrada.
Leer "Don Quijote de La Mancha" es algo en lo que todos pensamos alguna vez, pero la mayoría no nos decidimos nunca, así que con lo fácil que nos lo ha puesto Laky muchos de nosotros nos dedicaremos a conocer o a reencontrarnos con sus personajes.
Semanalmente iremos comentando los cincuenta y dos capítulos de la primera parte según un calendario de lectura, que podéis ver junto a las bases en la entrada del Reto; mis comentarios se podrán ver en esta entrada.
Para mi lectura he rescatado de la estantería una vieja edición de 1924 (Casa Editorial Calleja), con la obra completa e ilustraciones que acompañan a los textos, y de la que espero aguanten sus hojas.
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Prólogo.- Ábrenos el apetito Don Miguel con unas acertadas notas en las que reflexiona acerca de aquellas cosas que deben acompañar los textos de su relato, desde incluir pequeñas notas históricas que hagan de su narración una obra más erudita o simplemente inventarlas para desesperación de pedantes y bachilleres que busquen sus mentiras para desacreditarle. Unas notas que sirven para sacar las primeras sonrisas de lo que nos queda por leer y que dicen mucho de lo que muchos autores han puesto en práctica después, con mayor o menor acierto.
I.- Don Quijote, que en sus ratos de ocio creó afición a las lecturas de caballerías, dejó a un lado el placer de la caza y las obligaciones de su hacienda, y desprendiéndose de sus ataduras fue vendiéndolo todo con el único ánimo de comprar más libros en los que hacer volar su imaginación. Tanto fue el gusto que le cogió a su nueva actividad que imaginó ser un caballero andante y quiso emular a aquellos sobre los que leía. De esta manera recreó su estampa: fabricose su armadura, llamó Rocinante a su flaco rocín, dio nombre de Dulcinea del Toboso a la dama de la que en otro tiempo estuvo enamorado y se hizo llamar Don Quijote de la Mancha.
Con cincuenta años y perdido el juicio, por querer entender frases como "La razón de la sinrazón que a mi razón se hace,...", nos hará contagiarnos a unos cuantos lectores con las aventuras de su imaginación y a otros con su locura.
II.- Afrontando su primera salida como caballero, vestido para la ocasión con la que será desde ahora su indumentaria habitual, se dispone a recorrer los caminos que a buen parecer quiera su viejo rocín llevarle. Cuando se acuerda de no estar nombrado caballero y va en busca del primer caminante que se encuentre para que lo nombre, pues así lo había leído en los libros de caballería. Hasta que llega a una venta que el ve como castillo y aquí empiezan sus confusiones entre lo real y lo imaginario.
La mezcla de lenguajes hace que la lectura sea rica en vocablos: los de los diálogos, con un castellano que a veces parece mal escrito; y los de la narración, que resultan sencillos y dan el contrapunto a la retórica de nuestro hidalgo.
III.- Y como un caballero ha de ser no sólo nombrado sino armado como tal, decide solicitarle al ventero la gracia de otorgarle el don que le pide. Para disgusto de ambos, se mezclan en la conversación los dineros que se han de pagar por la estancia y las viandas, pero nuestro amigo dice no tener constancia de que en los libros de caballería se mencione que estos lleven dineros, a lo que es contestado que camisas blancas y ungüentos para las heridas tampoco.
Podréis imaginar en que acaba todo esto, pues si uno es pícaro (aunque podría parecer que sin intención alguna debido a su loca percepción de la vida), el otro se las sabe todas, acostumbrado como está a lidiar con los parroquianos de su posada. Al final, como única manera de quitárselo de encima, sin percibir las costas de la posada y entre risas, le arman caballero y le ven marchar. Un primer guiño a la novela picaresca, del que espero y estoy seguro nos vamos a encontrar más a lo largo de estas aventuras.
IV.- Armado caballero, se dispone a regresar a su venta con el fin de hacerse con un escudero, que le asista de acompañante y de lo que sea menester por esos caminos; gracia que quiere otorgar a un vecino labrador. Pensando en sus cosas se encuentra por el camino con un joven que está siendo azotado por su amo y poco después con un grupo de mercaderes a los que quería hacer reconocer a su bella Dulcinea como la más hermosa del reino. Si de lo primero creyó salir victorioso, de lo segundo terminó por los suelos y apaleado.
Y así, en el suelo, apaleado y sin poder levantarse, debido al peso de su armadura y a los golpes recibidos, queda el hidalgo. No se puede decir que "el desfacedor de agravios y sinrazones" haya comenzado con buen pie ni que vaya dejando amigos tras de sí; pero continuemos acompañándole, que todavía nos queda un gran camino.
V.- En el suelo, dolorido y sin poderse levantar, habíamos dejado a nuestro amigo y quiso la suerte que pasara por allí un vecino suyo, el cual le ayuda. Pero creyendo que era una aparición, debida a los versos que se hallaba recitando, y confundiéndole con quien no era, tuvo uno la gracia de ser acompañado y el otro de soportar las tonterías que este iba diciendo. Al llegar a casa se encuentran con el Cura y el Barbero, que escuchaban como el ama les contaba la afición por los libros y los demonios que le estaban corrompiendo. Al verle entrar, el cura decide tomar cartas en el asunto y deshacerse de la biblioteca infecta de Don Quijote.
Un capítulo que nos va presentando a más personajes y que evoca a los héroes del hidalgo y por otro lado da protagonismo al cura y a los libros; el conocimiento y la sabiduría que pueden proporcionar pueden ser también contraproducentes en determinadas manos. Y en las de Don Quijote no parece que hayan obrado por lo bueno, aunque ¿quién puede decidirlo?,¿quién tiene la autoridad para decidir sobre nuestras lecturas o nuestra locura?
VI.- Aprovechando que Don Quijote descansa en su alcoba, de las heridas sufridas en sus anteriores disputas, el Cura y el Barbero asaltan la librería del hidalgo y se disponen a revisar cada uno de los libros que la forman. Uno a uno, y luego por lotes, van leyendo títulos y autores, condenando a unos al fuego y a otros disponiéndolos para su propio saqueo. De esta manera el autor se recrea en enumerar aquellos libros de caballería que a buen seguro le influyeron para la creación de su obra y por los que nuestro amigo llegó a la locura. Aunque también encuentran textos de amor con los que no quieren tentarle, pues según dice su sobrina:
"... y, lo que sería peor, hacerse poeta, que según dicen, es enfermedad incurable y pegadiza".
Un episodio de transición en el que aparte de los libros que se mencionan, Cervantes realiza algo de publicidad de su obra y de si mismo recordando en boca del Cura "La Galatea", obra de la que espera una segunda entrega. Y con las llamas preparadas, tendremos que esperar el desenlace que han preparado éstos que demuestran más locura que razón.
VII.- Finalmente la acción se consuma y los cuatro inquisidores queman los libros que habían ido apartando. El resto deciden encerrarlo en su propia biblioteca, tapiando la estancia con un muro y a su amo contarle la fantasía de que un encantador se lo había llevado todo envuelto en una espectacular cortina de humo. Tras el descanso y el pasar de los días, la mentira se vuelve en contra de quienes la idearon y de nuevo Don Quijote ve fantasmas que le persiguen y a los que tiene que dar caza, para los que decide hacerse de un escudero y salir en su busca; apareciendo así por primera vez Sancho Panza.
Un capítulo éste de transición, entre lo ocurrido hasta aquí y lo que a partir de ahora dará comienzo. La primera salida ya está programada y ambos cabalgan toda la noche por los campos de Montiel; la promesa de la ínsula y las primeras dudas de Sancho Panza, a quien parece dar lo mismo sus huertas que las nuevas aventuras. Pero esperemos, que esto no acaba nada más que comenzar.
VIII.- La más famosa y conocida aventura es la que transcurre en este capítulo, en el que se confunden molinos con gigantes por un extraño sortilegio que el sabio Frestón le había realizado tiempo atrás. El, hasta el momento, prudente Sancho, se contagia del entusiasmo de su amo y de avisarle de su error pasa a tomar partido reclamando un botín de guerra y lo único que consigue es una somanta palos. La novedad la da un vizcaíno al que se enfrentan, que por su forma de hablar bien merecería un estudio a parte, y al que Don Quijote contesta en su mismo modo queriendo demostrar cultura y don de lenguas. Pero tendremos que esperar, por resultar inconclusa la narración y por emplazarnos Don Miguel a una nueva entrega, en la que podremos asistir al desenlace de este entuerto.
IX.- Pues quedeme con las ganas de saber algo más del vizcaino. La lucha que ambos comparten se queda en poca cosa y la narración se distrae y nos lleva a Alcaná de Toledo donde los papeles que vende un muchacho se convierten por arte de magia en las primeras aventuras del hidalgo pero escritas por un escritor arábigo. Me quedo algo confuso y me viene a la cabeza esa otra novela aquí reseñada, Madrid 1605, que nos lleva a las posibles claves de cómo se convirtieron las primeras y cortas aventuras en un libro tan extenso, y esa alusión a Sancho Zancas o Sancho Panza que en el manuscrito encontrado hace referencia. El castellano utilizado o las erratas de la primera impresión dan sin embargo un toque inconfundible del habla quijotesco.
X.- Tras los últimos pescozones recibidos, Don Quijote tiene heridas en una oreja y sale a relucir el bálsamo de Fierabrás, ungüento del que sólo él es conocedor y del que pone sobre aviso al bueno de Sancho, que al ver peligrar sus pagos mediante promesas de ínsulas intenta negociar el cambio. Pero bueno es el hidalgo para dejarse convencer, o más bien dicho, bueno es el hidalgo para resolver su mentira en otra más gorda. Con lo que la conversación entre ambos es de lo más graciosa, con cada uno de ellos tirando para su casa. Ya se veía Sancho enriqueciéndose con el brebaje en cuestión cuando cambian la conversación al tema de las viandas y entonces si que vemos a éste más despierto, que por ahí no se las dan, y en un tono jocoso deja esta frase en el aire que demuestra que ya se va enterando de donde se ha metido:
"-Virtud es -respondió Sancho- conocer esas yerbas que, según ya me voy imaginando, algún día será menester usar de ese conocimiento".
XI.- Y llegaron junto a unos cabreros que les dieron cobijo, un buen fuego y algo de comer; a cambio Don Quijote les narra su modo de vida y la justicia que ha de impartir como caballero. El punto más divertido lo da de nuevo Sancho que invitado a compartir plato y asiento con su amo, renuncia a tal privilegio pues sus modales son más libres comiendo de pie y no quiere verse privado de ellos. Y razón tiene el escudero, acostumbrado a la libertad que le da la soledad, no entra en sus planes tener que comportarse con las formas que le quiere imponer el caballero.
Un episodio que nos habla de la hospitalidad de nuestras gentes de campo y de como se sorprenden este grupo de sencillos y humildes cabreros al escuchar la conversación que mantienen ambos. Yo la verdad es que me hubiese reído a gusto si en tales circunstancias me hubiese encontrado, ya que el cuadro que nos presenta Cervantes define muy bien la perplejidad de los cabreros ante la imagen de nuestros amigos, tan distintos entre sí y con ese aporte de dos culturas enfrentadas, dos vocabularios diferentes con los que defienden sus posturas sin faltarles razón alguna a sus comentarios.
Cada vez me van gustando más las reflexiones de Sancho, que aprovecha cualquier diálogo para opinar y darle la vuelta a la tortilla.
XII.- No hay nada mejor para nuestro amigo que darle conversación y mejor si ésta tiene como protagonista los amores que despierta una campesina, pues así puede dar rienda suelta a su imaginación y al poder del influjo que Dulcinea realiza sobre él.
Creo que Cervantes aprovecha en este capítulo para introducir otros de los cuentos con los que completó y enriqueció su obra, y con el que también aprovecha para dar sus replicas culturales corrigiendo al narrador de la misma, cortándole en cada frase e introduciendo su sabiduría en la voz del Quijote; mientras Sancho sigue con lo suyo: comer y descansar.
XIII.- Y en las mismas siguen nuestros amigos, que ahora se dirigen junto a los cabreros a un entierro. El muerto, un pastor, que según cuentan unos y otros ha fallecido a manos de la pastora que en el capítulo anterior despertaba los amores de quienes la contemplaban y por la que don Quijote sentía curiosidad al haberla comparado con su amada Dulcinea.
En el camino se encuentran con otro grupo que también acude en procesión a lo alto del monte donde se iba a realizar la sepultura, y quiere la fortuna que se ponga en su camino un jinete de nombre Vivaldo, al cual instruye en eso de las caballerías y los libros; aprovechando de nuevo Cervantes para realizar un recorrido por cuantos grandes hidalgos hay en la historia y nombra entre otros a Lanzarote y a Tirante el Blanco.
Como nota curiosa aparece la denominación de linaje de Vivaldo, que a la mención de don Quijote de que su Dulcinea "es de los del Toboso de la Mancha", él contesta que la suya "es de los Cachopines de Laredo". Como cántabro de adopción he querido revisar en la red y me he encontrado con que el término proviene de los españoles que pasaron por las Indias; pero siglos antes ya lo había mencionado Jorge de Montemayor en su obra pastoril "La Diana" y aquí Cervantes la menciona en un homenaje al salvarla de aquella hoguera que vivimos al principio de nuestra aventura.
XIV.- Tras leer unos versos del fallecido Crisóstomo y cuando estaban reunidos para dar comienzo a su sepultura, apareció la pastora Marcela reclamando la atención de todos los presentes para contarles lo que le había ocurrido antes de su muerte. Después de justificar su inocencia y de solicitar la dejasen con su vida, a la que nada pedía más que disfrutar de sus pequeñas cosas, desapareció.
Poco más que decir salvo que me ha gustado la literatura de este capítulo y las palabras puestas en boca de Marcela. Nuestros amigos se separan de los cabreros y caminantes y dirigen sus pasos en busca de limpiar los caminos de maleantes, un poco de aventura y acción que tanto ellos como este lector empiezan a demandar.
XV.- Y parecerme que me ha leído, porque ha sido decirlo y de nuevo me encuentro con un capítulo en el que se llevan una somanta palos, no solo Don Quijote y Sancho Panza, sino también el bueno de Rocinante, aunque como bien dice Sancho más se tenía que haber llevado al ser el culpable de este embrollo. Y es que para una vez que descansa su amo y tiene todo el pasto a su disposición para darse al buen yantar y trotar, no se le ocurre otra cosa que ponerse a molestar a una yeguada próxima. Así que le molieron a palos y a sus compañeros de viaje también, bueno a todos menos al jumento que bastante tuvo con cargar con el hidalgo, aunque por poco tiempo, pues divisaron una venta y el trabajo fue escaso; mas creyendo ver castillo de nuevo, entraron y se aposentaron en él.
Por fin un poco de acción y una nueva paliza para sus espaldas; una nueva conversación en torno a la ínsula prometida y alguna que otra frase ingeniosa de Don Miguel, a quién también echaba de menos:
"... que no hay memoria a quien el tiempo no acabe, ni dolor que muerte no le consuma".
XVI.- Con los huesos desarmados, encuentra su descanso en algo que el ventero llama cama, él cree aposento de finas sábanas, y en verdad resultan ser dos tablas con una colcha encima. Pero la imaginación, de quien se cree en un castillo, es prodigiosa; y de la misma manera ve bellas damas donde sólo se encuentra una asturiana: tuerta de un ojo y del otro no muy sana. Quiso el destino que Maritornes, que así se llamaba la asturiana, fuese a yacer con el harriero en el antiguo pajar donde intentaban descansar nuestros amigos, y quisieron las fiebres y la imprudencia que el hidalgo creyese ser el destinatario de la visita. Total, que asióla y palpo sus finas ropas (arpillera), olió su dulce aroma (ensalada de fiambre), y embrujado por su hermosura comenzó a dedicarle palabras de amor.
Os podéis imaginar, que de nuevo le va a costar cara su locura y que de ésta no se va sin recibir una buena paliza; pero leer este capítulo y reíros de buena gana que el cuadro que se presenta es digno de representación teatral.
¡No creía yo a don Quijote tan atrevido!
XVII.- Y como no podía ser de otra manera, recibieron tantos palos por su osadía que los que llevaban acumulados ya se habían quedado en pocos, y tras una noche de insomnio provocado por el dolor que almacenaban en sus costillas, decidieron acudir al bálsamo mágico que sus heridas iba a curar. El encantamiento al que creen estar sometidos desde hace tiempo y el encontrarse en venta y no castillo, produce en ellos tal efecto que el bebedizo preparado con aceite, vino, sal y romero, les revuelve sus estómagos.
Llegada la hora de marchar les espera un nuevo acontecimiento, pues al negarse a pagar por su razón de caballero, es Sancho quien sufre el mal genio del ventero y de unos huéspedes que se encuentran en la venta.
Aparece en este capítulo un clásico recuerdo de estas aventuras, el manteo que recibe el escudero, que junto a las frases que da como replica a don Quijote son posiblemente lo más divertido de esta novela; aunque todavía es pronto y seguramente nos seguirá sorprendiendo don Miguel, porque imagino que a este par le continuarán moliendo las espaldas allá por donde vayan.
XVIII.- Después del manteo recibido y las disculpas de su amo por no acudir al rescate, pues hallábase según él bajo un encantamiento que se lo impedía, Sancho empieza a dudar si hace bien en seguir acompañando a don Quijote en la búsqueda de lo imposible, aunque para ello tuviese que renunciar a su salario y a la ínsula prometida. Y si los pensamientos le confunden, más se lo va a pensar tras una nueva encrucijada en la que legiones de armados caballeros se confunden en, de nuevo, una batalla imaginaria en la que algunas ovejas correrán la peor suerte.
Diálogos, unos en defensa de volver a la venta y volver a sus quehaceres cotidianos y otros en explicaciones de la gloria de los insignes caballeros de nuestra tierra así como de la belleza de las mismas; todo por enaltecer su justa causa y dar sentido a su aventura.
Pero Sancho no traga y viéndolo su amo compungido le da el mando de sus destinos en los que hallarán nuevas aventuras, aprovechando ese honor para entretener y divertir a su señor. Emprenden el camino con lo que a continuación narrará y en verdad que me apetece, pues son las vivencias del escudero las que más me aportan en esta lectura.
XIX.- Si en un principio es Sancho quien le hace ver a su señor las faltas cometidas contra la orden de caballería, es don Quijote quien vuelve las tornas y reprende a su escudero por no haberle recordado a tiempo las normas que se impuso al comenzar ésta su locura. Entrada la noche y sin un mendrugo que llevarse al estómago, ni luz que indique una venta, continúan su camino y su charla, cuando divisan lumbres en movimiento y de nuevo los fantasmas llaman a la curiosidad hasta descubrir a un grupo de encamisados que no son otra cosa que bachilleres de camino a Segovia acompañando a un difunto para su entierro.
En la despedida de un nuevo enemigo que sumar a la larga lista, a Sancho le da por nombrar a don Quijote de la Mancha como el Caballero de la Triste Figura, aludiendo a su semblante tras la escasa iluminación de las llamas y a la falta de muelas y el hambre que luce su señor.
De nuevo cambia el sentido y parece ser de su ocurrencia, como con todas las conversaciones y ocurrencias de Sancho. Un capítulo del que por primera vez salen bien parados, aun a costa de tener que frenar Sancho a su amo, pues le parece que sin huesos rotos no ha habido batalla, y sin batalla no hay gloria. Pero dejémoslos, que a buen seguro volverán a terminar por los suelos y apaleados.
XX.- Tras su última aventura también consiguieron hacerse con las viandas que los bachilleres llevaban en sus alforjas, y con ellas se encaminaron a dar buena cuenta de ellas, pues llevaban varias jornadas sin echarse nada al estómago; pero cual fue su sorpresa cuando comprobaron que no tenían nada con que poder pasarlas y de paso remojar el gaznate. Su andadura continúa por el bosque y en esas escuchan el rumor de agua y con las mismas se dirigen a su origen. Pero algo les frena, al caer del agua también les acompaña un sonido que no identifican, y que entre la oscuridad de la noche y las trampas que el buen Sancho pone a su amo, hacen que no se atrevan a seguir adelante, por lo que amenizan la noche hasta el alba con el cuento de La Torralba que era hija de un ganadero allá por Extremadura.
Otro de esos capítulos que entre la narración y la guasa que le pone el escudero al tema, ha conseguido que empatice de nuevo con él y que cada vez me gusten más sus diálogos. El desenlace tiene un humor divertido que produce risas entre ambos y que transmite la buena amistad que se va forjando en su aventura.
XXI.- "Donde una puerta se cierra, otra se abre", le dice don Quijote a Sancho al ver a lo lejos algo que relumbra más que el sol como si de oro se tratase, en definitiva, otra alucinación de las suyas donde ve lo que quiere y no lo que realmente es. Así se encamina en busca de quien lo porta, un barbero que por culpa de la lluvia se había tapado la cabeza con una bacía; y el hidalgo, creyendo encontrarse con el tan deseado yelmo de Mambrino, arremete contra él y se lo coloca orgulloso sobre su triste figura.
Tras una nueva reflexión de Sancho, para que su señor conquiste glorias en batallas que le den renombre, don Quijote deja brotar sus fantasías y relata lo que a buen seguro tantas veces ha leído en los libros de caballería que le hicieron perder el seso.
De nuevo, la mano de Cervantes se deja notar por su afición al teatro y su empeño vocacional en componer comedias, tragedias y entremeses, y nos regala la exposición teatral de como ve su protagonista el relato de lo que podría ser su vida si consigue al fin el reconocimiento por sus triunfos.
XXII.- Y no salen de una cuando ya se están metiendo en otra. A la vista de ellos, doce hombres unidos por cadenas, prisioneros del rey y con dirección a las galeras. Y ante tal agravio don Quijote se dispone a socorrerlos sin importarle que la justicia les acompañe. Interesado en las culpas de cada uno de ellos para haber merecido tal castigo, interroga al comisario y luego a los presos. Así conoce y dictamina que no se merecen ir a galeras y que se les de la libertad.
Imaginaros que la justicia se queda atónita, los presos boquiabiertos, y el de siempre comete una locura, de la que al final, como ya podréis suponer, saldrá mal parado.
A destacar, la conversación con uno de los presos, el más peligroso, de nombre Ginés de Pasamonte, quien dice estar escribiendo sus memorias y aventuras bajo el título de "La vida de Gines de Pasamonte" (que bien pudiera ser Jerónimo de Pasamonte o el mismísimo Alonso Fernández de Avellaneda, autor del libro conocido como el Quijote de Avellaneda). Este hecho intriga a don Quijote y seguramente que Cervantes quiso dar otro de sus guiños a sus amigos y enemigos.
Humor, picaresca y diálogos con distintas voces, a cada cual más diferente, completan la trama de este capítulo, que además tiene el apunte histórico del envío de presos a galeras por orden del rey.
XXIII.- Camino de Sierra Morena continúan con sus conversaciones de tira y afloja en las que a un directo Sancho se le enfrenta, como siempre, un retorcido don Quijote empeñado en darle vuelta a las cosas y arrimar el ascua a su sardina.
Tras el descanso nocturno se encuentran con la triste noticia del robo del asno y la desesperanza de su amo, al cual tiene que consolar el hidalgo caballero prometiéndole tres nuevos animales.
La mala suerte que tuvieron al despertar se vuelve a su favor al encontrar un zurrón que contiene un libro escrito con versos, cartas y trovas, que leen en un intento de conocer a su dueño; unas camisas blancas y unas monedas de oro, que ofrece en pago al escudero. Pero su alegría dura poco al ver a lo lejos un hombre corriendo por el monte, y pensando que puede ser el amo de aquello, se dirigen en su busca a las montañas donde lo encuentran; pero lo que acontece lo sabremos en la próxima entrega donde espero se nos cuente que le hizo abandonarlo todo y vivir como un ermitaño.
XXIV.- Y por fin conocemos a Cardenio, a quien también se le da el sobrenombre de "El roto", "Caballero de la Sierra" y "El caballero del Bosque"; términos estos que definen en gran parte al personaje de Sierra Morena, pero la palabra que mejor le define es loco. Y digo esto porque reunidos en una pradera, y después de haber saciado el hambre que padecía tras varias jornadas sin echarse nada al estomago, nos cuenta la historia de su desamor, y es aquí donde su narración da a entender que ha perdido el juicio. El caso es que la conversación termina en pelea, con Cardenio huido y escondido en el bosque y con don Quijote, y este lector, con ganas de encontrarle para que nos termine de contar lo que le sucedió.
XXV.- Sancho, cansado de buscar aventuras que no le reportan nada más que desgracias, solicita al hidalgo licencia para volver a su casa con su familia, pues le ha impuesto silencio y él necesita darle a la lengua. Don Quijote le concede permiso para hablar, pero muy pronto es él el que toma las riendas de la conversación y en ella salen a relucir sus dos amores: Amadis de Gaula, por el que inicio esta aventura por considerarle el más perfecto de los caballeros andantes; y Dulcinea del Toboso.
De Dulcinea conoce Sancho su identidad, que lejos de ser princesa, la dibuja como hombruna, tosca y capaz de asustar al más bravo; pero como siempre la versión es bien diferente según quien la cuente y la imaginación del enamorado don Quijote la pinta como el la desea.
Al final, Sancho consigue su licencia y marcha con unas cartas que ha de entregar y en las que se cuentan los amores y los pagos que ha de hacerle por sus servicios; dejando solo al caballero de la triste figura y prometiendo volver a su encuentro.
XXVI.- Solo, el caballero de la triste figura empeña su tiempo en meditar y escribir versos dirigidos a Dulcinea del Toboso, que va dejando en la arena o en los árboles. Rezando a Dios para que le de la inspiración necesaria, pide que le guíe para ser como su admirado Amadis y poder llegar a compararse con él y así ser digno de su amada.
Sancho consigue llegar a la venta y allí se encuentra con el Cura y el Barbero, pero cuando le piden cuentas de su señor y les va a mostrar las cartas que escribió, cae en la cuenta de que el hidalgo no se las había entregado, por lo que tiene que tirar de memoria y dictar las palabras que le vienen a la mente para poder transcribirlas de nuevo.
El Cura, preocupado por las locuras de don Quijote y queriendo de paso darle un escarmiento, prepara una representación con la que ir a su encuentro y devolverle a su casa.
Un capítulo de reflexión y un poco carente de emoción, pero espero que en próximas entregas las ocurrencias y diálogos mejoren, y vuelvan por los caminos de antes con nuevas y divertidas aventuras.
XXVII.- El plan ideado por el Cura le lleva, junto al Barbero y Sancho, al encuentro de don Quijote, pero al llegar a la sierra y encontrar las señales que el buen escudero había dejado escuchan la voz de un hombre que recita y canta sus versos. Éste no es otro que Cardenio, del que Sancho ya había dado buena cuenta de sus locuras y puesto en aviso a sus acompañantes.
Cardenio, viéndose socorrido y en agradecimiento les narra sus desventuras, a quién van dedicadas sus letras y el porqué de su locura. De esta manera les habla de las cartas que se intercambiaba con su amada Lucinda y de como el rico don Fernando le arrebata a la que tenía que ser su mujer; y de aquí a vagar por la sierra.
Un cambio de ritmo en la prosa de Cervantes, con tintes románticos y no exentos de ese toque de sorpresa al que nos tiene acostumbrados, y que bien sirve para darnos un descanso a las fantasías y aventuras, y al protagonismo de don Quijote y Sancho Panza.
XXVIII.- Siguiendo la narración de Cardenio, escuchan y se encuentran con una moza que se está lavando en el arroyo, cuando ella percibe que la están mirando inicia con ellos una conversación que la lleva a hablar de sus amores con un tal don Fernando. Cardenio creyendo reconocer a la dama y pensando en su Lucinda presta atención, junto a sus nuevos amigos, la historia de desamor que la hizo huir de su casa y de las comodidades de esta para vagar por la sierra. Después de oírla y saber que su nombre es Dorotea, conocen lo que aconteció a Lucinda y contemplan las lagrimas que Cardenio no les oculta.
Parece otro el que escribe y no Cervantes: el cambio de estilo de los últimos capítulos quedan muy alejados de las chanzas de Quijote y Sancho, y la historia de caballeros toma otro camino bien distinto.
Me encuentro expectante pues imagino que todo se enredará y volverán de nuevo los disparates del principio: yo al menos los hecho de menos.
XXIX.- Dorotea entra a formar parte del plan que Cura y Barbero habían ideado para sacar a don Quijote de la sierra, de esta manera se hace pasar por una princesa del reino de Micomicón y engaña con un desagravio del que busca venganza de la mano del famoso maestro de la caballería. Tras exponer las razones por las que pide su ayuda, consigue el favor del hidalgo que se compromete a acompañarla donde ella diga; y así emprenden un viaje por el que irremediablemente tendrán que hacer parada en el pueblo del Cura.
Una mezcla de diferentes géneros dominados por Cervantes, sirven de punto de inflexión entre los capítulos anteriores y las nuevas aventuras que van a empezar a acontecer. Tras la calma de los últimos desvaríos, nuestros amigos se ponen de nuevo en marcha y sus conversaciones por el largo camino que les espera se me antojan divertidas y llenas de nuevas discusiones.
XXX.- El engaño planeado toma forma gracias a la interpretación de Dorotea, que adorna cuanto puede su invención, y aunque en algún momento se equivoca en la narración, sus compinches salen en su ayuda completando la mentira. Don Quijote no se entera del cuento inventado por la dama y se enorgullece de cuanto ella cuenta y de las alabanzas que le prodiga. Sancho por su parte recupera el asno perdido, sobre el que cabalga el gitano Ginés de Pasamonte.
Una continuación del capítulo anterior en el que poco a poco van volviendo los tira y afloja de nuestros protagonistas, y el ritmo que se había perdido en la novela.
XXXI.- En el camino que emprenden en busca de hacer justicia a la princesa de Micomicón, don Quijote interroga a Sancho porque quiere que le cuente todo lo que aconteció cuando fue a entregar la carta a Dulcinea, como le recibió, como iba vestida, en que ocupaba su tiempo. A cada una de las respuestas inventadas por el escudero, una versión de los hechos interpreta el hidalgo. Si aquel dice que andaba entre fanegas de trigo, este dice que serían perlas; si aquel decía que su olor era sudoroso por el esfuerzo, este reprende y dice que sería su propio olor y no el de tan distinguida señora.
En la parte final aparece Andrés, un pobre muchacho que sufrió la ira de su amo cuando intervino don Quijote en su ayuda, y que ahora viene a contarle lo que en verdad sucedió cuando él se fue, y que tan lejos está de lo que el sospecha que prefiere que no vuelva a intervenir en su defensa. El grupo disimula las risas y convence al caballero de la triste figura para seguir con su camino y cumplir con la empresa prometida a la princesa.
Un final perfecto para este divertido episodio que se inicia con una conversación como las del principio, llena de embustes, fantasías, repletas de chascarrillos y curiosas interpretaciones, y termina con Andrés poniendo tierra de por medio.
XXXII.- Continuando con el engaño llegan a la venta que en anteriores aventuras ya habían visitado. Allí, mientras unos descansan a otros les da por debatir sobre unos cuantos libros y, como siempre, aparece esa manía que tiene el Cura por quemar cuantas hojas se le pongan por delante. Y entre todos los libros les llama la atención "Novela del Curioso impertinente", la cual se disponen a leer y se dará cuenta de ella en la siguiente entrada.
También cabe destacar lo que Dorotea dice a Cardenio:
"- Poco le falta a nuestro huésped para hacer la segunda parte de don Quijote"; lo que me parece que adelanta a Cervantes en el mundo de la publicidad con este mensaje en pleno siglo XVII.
XXXIII.- De esta forma, nos vamos a Florencia, donde nos encontramos con Anselmo y Lotario, dos mozos que reparten su tiempo entre las cuestiones del corazón y la caza. Lotario, como buen amigo, intercede con los padres de Camila para casar a Anselmo. Una vez casado, le entran dudas sobre la fuerza del amor y la fragilidad que pueda tener su matrimonio y solicita a Lotario ponerle trampas a su mujer por ver si ésta cae en las redes de su nuevo pretendiente. Lotario al principio miente pero pasados unos días comienza a interesarse por la bella y honrada mujer de su amigo.
Un sainete en el que se dan los más oscuros motivos y las muy descabezadas preguntas que irán dando forma a la novela que entre todos están leyendo y que nos dejan una narrativa diferente a la que nos tenía acostumbrados Cervantes en esta obra de caballeros.
De nuevo, creo, que aprovecha para introducir dentro de sus aventuras otras historias ya escritas, que dan más consistencia a la literatura que propuso en un principio con las desventuras de don Quijote y Sancho Panza.
XXXIV.- Anselmo continúa con sus celos y las dudas le hacen poner el juego ideado con su amigo Lotario en su contra. La provocación ha despertado en Camila sentimientos con los que no contaba y el enredo entre los tres va tomando dimensiones de tragedia. Por si fuera poco, su hermana Leonela entra a formar parte del sainete que le montan a Anselmo, y entre mentiras y un poco de teatro consiguen que las aguas se apacigüen y el amor siga triunfando. Pero entre quienes, será otro cantar, que don Miguel cuando se pone a dar rienda suelta a los embrollos no hay quien lo pare, aunque esto ya lo conoceremos en el desenlace, cuando los habitantes de la venta continúen leyendo, si don Quijote les deja, porque en el siguiente capítulo creo que la lía buena al despertar.
Veremos con que nuevos desquicios se despierta y contra quienes arremete, que seguro que la siesta le ha renovado las fuerzas.
XXXV.- Algo tiene la venta donde se hospedan, que cada vez que la pisan sufre don Quijote de encantamientos, si es que de esta forma se le puede llamar a un nuevo ataque de locura que tiene forma de gigante, pues creyéndose en el reino de Micomicón nuestro amigo lucha en sueños y arremete contra todo lo que encuentra a su paso, en especial a unos pellejos de vino cuyo líquido queda esparcido.
De esta primera parte, aun siendo más de lo mismo, me hubiese gustado que el autor la hubiese alargado, pues visualmente podía haber dado bastantes risas. Pero la corta rápidamente para dar paso a la finalización de la lectura que el resto se traía entre manos, y que visto por la atención que dan al caso les interesa más que la locura y el estropicio al que han asistido.
El desenlace representado por Anselmo, Lotario y Camila, no es del gusto del Cura por verlo irreal; y a mí me parece que también desperdicia en exceso la oportunidad de haber redondeado una historia que acaba en dos párrafos, aunque eso sí, deja a un lado el final romántico para convertirlo en una tragedia; cubriendo así un género más dentro de esta obra.
XXXVI.- Y si le faltaba algún género por tocar, en esta entrada nos encontramos con el Cervantes más romántico que me hubiese podido esperar. La escena transcurre en la venta a la que acuden unos misteriosos jinetes camuflados tras sus respectivos antifaces, pero las circunstancias quieren que todos los presentes quieran saber sus identidades. Tras conocerse los nombres de Fernando y Luscinda, Dorotea y Cardenio ven abrirse viejas heridas, pero después de las palabras que unos a otros se dirigen, todo toma un final lleno de lagrimas y con final feliz. Incluso Sancho llora, pero al ser preguntado por ello responde que él lo hace por ver perdidas todas las mercedes prometidas.
Don Quijote mientras tanto duerme ajeno a lo que sucede, y seguro que los presentes le preparan algún nuevo engaño para próximas aventuras.
Si en la lectura del libro encontrado me pareció que el texto era más rebuscado, en éste ha sido todo lo contrario y sus formas literarias han sido más agradables de leer; otro Cervantes por descubrir en un capítulo que os recomiendo por sí solo.
XXXVII.- Sancho despierta a su señor, que de nada se había enterado pues tras el incidente del gigante y el vino derramado estuvo dormido, y le cuenta lo sucedido en su ausencia, poniéndole al día acerca de la identidad de la princesa de Micomicón y que ésta se hace llamar Dorotea.
Tras nuevos engaños con los que hacer retornar a don Quijote a su venta, se disponen a pasar la última noche cuando entran en escena una pareja formada por un cautivo y una dama nacida en Argel.
Poco más se puede decir de esta entrega realizada como puente entre lo acontecido y lo que vendrá a continuación: un discurso sobre las armas y las letras.
XXXVIII.- Mientras el resto cena, don Quijote da rienda suelta a sus pensamientos y sale en defensa de los soldados, pues sin ellos no sería posible la armonía de pueblos, ciudades, reinos o monarquías, y los compara en su buen hacer con ilustrados y letrados. También se queja de la aparición de la artillería y de la muerte indigna que para un soldado supone el morir de bala; cuestión que le quita valor a la espada y a la valentía de los caballeros.
Un discurso en toda regla, que supongo tendría alguna intención en su día por parte del autor, pero que aquí se me antoja un poco fuera de sitio.
XXXIX.- Y como de discursos parece que va la noche, el Cautivo toma la palabra y procede a contar algunos sucesos de su vida desde que dejó León y marchó a embarcarse al servicio del rey Felipe II y luchar junto a su hermano Juan de Austria en Génova, Nápoles, Venecia y Malta; hasta que los turcos le apresaron y lo llevaron cautivo a Constantinopla.
Dos son los hechos que me han parecido más relevantes en esta rápida clase de historia: uno, la similitud de la narración del Cautivo con los propios de la vida de Cervantes, pues en ellos se habla de Lepanto y de su participación en las batallas con los turcos; y otro, las fechas en las que transcurren las aventuras de la primera parte del Quijote, situándola en el verano de 1588 (mi curiosidad me ha hecho buscar el dato y curiosamente las explicaciones tenían en cuenta varias frases de este capítulo; os dejo el enlace).
De nuevo, y después del anterior, me he encontrado con una entrega interesante, que como único pero tiene lo acelerado de la redacción; aún así es más que recomendable su lectura, y de paso el enlace que os adjunto.
XL.- El Cautivo prosigue con su relato y ahora nos cuenta como, una vez estando preso en los baños, lugar donde iban a parar los que podían suponer algún tipo de rescate, llegan hasta él unas cartas misteriosas acompañadas de dinero, con las que se da cuenta de como poner su vida a salvo para después buscar a la bella Zoraida en su jardín.
Entre lo histórico, pues la sola mención del cautiverio y la presencia en los baños de un tal Saavedra hacen pensar en una nota biográfica del autor, que como en otras ocasiones aprovecha para dejar constancia, y lo romántico, pues ese es el fin de esta narración; nos encontramos alejados de las novelas de caballería en lo que parecía iba a ser lo único que hallásemos en estas aventuras de Don Quijote y Sancho Panza.
Y como parece que el autor le ha cogido gusto, éstas todavía continúan.
XLI.- Y nos sigue narrando como fue en busca de Zoraida y de que forma pudo ponerse en contacto con ella sin que su padre sospechara. Tambié, como consiguió llevársela consigo y las penurias que hubieron de pasar al encontrarse un barco de piratas franceses en su camino de Argel a España, donde por fin atracaron como cautivos huidos en las costas de Vélez Málaga.
El largo viaje hasta cumplir su sueño de convertirse en cristiana y las ganas de desposarla de El Cautivo, se mezclan con la descripción de la vida de Zoraida y las riquezas que la rodean.
XLII.- Comienz el capítulo Cervantes, no sin antes echarse unas flores por la narración anterior:
"... el modo con que habéis contado este extraño suceso ha sido tal, que iguala a la novedad y extrañeza del mesmo caso".
Después pasa a contar otras cosas que suceden en la venta cuando llegan a ella una pareja formada por el licenciado Juan Pérez de Viedma y una joven doncella; los cuales resultan ser el hermano del Cautivo y su sobrina camino de las Indias, y a los que todos llaman el Señor Oidor, pues ese será su cargo en la Audiencia de México.
La historia, protagonizada por el Cura, termina con un perplejo don Quijote que atribuye los extraños sucesos a la magia de la caballería andante y, aunque desaparecido como protagonista, sabe dejar constancia cuando se ofrece para hacer la primera ronda del castillo mientras los demás duermen.
"... porque de algún gigante o otro mal andante follón no fuesen acometidos, codiciosos del gran tesoro de hermosura que en aquel castillo se encerraba".
XLIII.- Acercándose el amanecer, Dorotea escucha la voz de un mozo de mulas y despierta a y Clara de Viedma para que le oiga cantar pero ésta se sorprende al descubrir de quien se trata, dando paso a confesar sus temores y su historia con el muchacho.
La hija de la ventera y Maritornes deciden gastarle una broma a don Quijote, que se encuentra realizando la guardia del castillo y declamando para su señora Dulcinea del Toboso; él, lo atribuirá todo a otro de los encantamientos que tanto sufre y que terminará con sus huesos en el suelo.
Parece Cervantes dar paso a los momentos quijotescos, después de las aventuras narradas en los últimos capítulos, y empezar así una serie de sucesos que nos llevarán al final de la primera parte del ingenioso hidalgo.
XLIV.- Un poco de acción siempr viene bien para reencontrarse con el verdadero espírito de estas aventuras, en las que don Quijote es protagonista y Sancho el que recibe o da guantazos, porque lo que es su señor no se pelea con bandidos y ladrones, que en este caso quieren irse de la venta sin pagar aprovechando el bullicio que se ha formado con los jinetes que llegaron en busca del mozo enamorado que cantaba sus amores a doña Clara.
Mientras él decide confesarse al Oidor, las cosas se ponen feas a cuenta del famoso yelmo o bacía que porta don Quijote; y en esas les dejamos hasta nuevas noticias, y algún otro follón en el que seguro que acaban todos ellos. pues ingenio no le falta al autor para meterse en una refriega detras de otra.
XLV.- "Vive el Señor, que es vrdad cuando mi amo dice de los encantos deste castillo, pues no es posible vivir una hora con quietud en él".
Ciertas son estas palabras de Sancho en este capítulo, y parte de los que acontecen en la venta, pues desde que llegaron a ella, y después de aquellas conversaciones en las que unos y otros narraban su historia, no ha habido un momento de respiro y de nuevas locuras en las que nuestro amigo don Quijote y compañía hayan dejado de estar inmersos.
Divertidos en el engaño que hacen al Barbero a cuenta de la bacia o yelmo, sus amigos toman posiciones y los alguaciles se les ponen en contra. Total, que al final, y como no puede ser de otro modo, terminan a las manos.
Los disparates, refranes y chascarrillos con que se enfrentan verbalmente, hacen que todo se desenvuelva en una especie de sainete teatral en el que no faltan las lagrimas y los gritos de las doncellas; dándole a la trama el mejor espíritu de esta novela.
La amenaza de dar preso a don Quijote por mandamiento de la Santa Hermandad, por liberar a unos presos como vimos en el capítulo XXII, será el inicio de nuevas aventuras que ya me dispongo a leer para ver en que termina todo.
XLVI.- Gracias a que el Cura intercede, las aguas se calman y cada uno viajará por separado: los alguaciles a dar cuenta a su señor sobre el paradero de su hijo enamorado; Fernando el Oidor y su hija hacia las nuevas tierras al otro lado del océano; don Quijote y la comitiva formada por Dorotea, en busca de la libertad de la reina Micomicona; y el ventero y su familia a descansar después de haber cobrado hasta el últino real de las estancias, desperfectos y comidas.
Pero lo que no consiguió la Santa Hermandad, lo hará el Cura al sorprender a don Quijote y encerrarlo en una juela de cuyos barrotes no podrá escapar. Así camino de su casa y pensando que es fruto de un nuevo encantamiento les dejo partir y voy rápido a ver el desenlace de esta primera parte.
XLVII.- Y así, enjaluado y transportado en un carro tirado por bueyes, va el caballero de la triste figura, despotricando y haciéndose cruces por la manera en la que es transportado, pues él se había imaginado que en los encantamientos iría llevado por algo más acorde con su título de caballero encantado.
Lo que quedaba de comitiva se sapara de nuevo, y en las despedidas aprovecha el ventero para darle al Cura unos papeles, que a seguro sabrá sacar rendimiento de cuanto allí se cuenta, y que no son otra cosa que el manuscrito de la novela "Rinconete y Cortadillo"; manera original y que se creía inventada en nuestro siglo para hacerse un poco de publicidad nuestro amigo Cervantes.
Al proseguir la marcha se les acerca un Canónigo al que se da cuenta del porqué va aquel hombre enjaulado, y al saber que su pecado es ser lector empedernido de libros de caballería se establece un diálogo entre pros y contras, en lo que me parece de nuevo una justificación de la novela, y por qué no, un nuevo intento de promoción literaria.
XLVIII.- Cura y Canónigo mantienen una charla desmenuzando las aventuras del Quijote y dando un repaso a los libros de caballería, defendiendo su literatura y poniendo sombras acerca de las comedias tan disparatadas y sin sentido que desde los tiempos abundan. Creo que aquí Cervantes esconde segundas intenciones y arremete contra sus compañeros, aunque debería decir enemigos, de las letras.
Por otro lado Sancho desvela a su señor el falso encantamiento y quienes se esconden tras los disfraces de aquellos que le han enjaulado. Pero como es su costumbre, don Quijote le da la vuelta a la tortilla y persiste en la veracidad de su estado, por más que Sancho le da pistas y le intenta convencer de lo contrario.
XLIX.- Al menos, consigue convencerle para intentar una escapada y librarse de su enjaulamiento. Pero esto, de suceder, no ocurre en este episodio. Si bien, el Canónigo aprovecha para hacerle ver que cuanto de dice en los libros de caballería es falso y todo es fantasía que enajena a quien lo lee. Don Quijote arremete con sus conocimientos y compara a sus héroes con otros como el Cid que en verdad existió, y le propone que de ser unos inventados lo sean todos, o por el contrario le dejen a él elegir sus aventureros e hidalgos.
Llegando al final de esta primera parte, Cervantes parece justificar su obra y las locuras de su personaje principal, mientras que pone a los demás en su sitio. No le falta razón de cuanto dice e invita a la reflexión. Grandes personajes existen en la literatura de ficción que bien podrían ser reales, más incluso que alguno de los que llevan empeñándose siglos en contarnos una vida que posiblemente no vivió.
L.- Alegato de don Quijote al Canónigo por el que defiende los librs de caballería y le anima a que lea para enterarse en verdad de lo que en ellos se cuenta, y de paso desterrar la melancolía. Porque a él sus lecturas le han dado valentía, ilusión, fantasía, generosidad y la paciencia necesaria para resolver entuertos y juzgar como debidamente se debe para con los prójimos.
Vamos, que le canta las cuarenta y al mismo tiempo le pone de vuelta y media por querer junto a reyes y nobles, catalogar y decidir acerca de cuales son las únicas lecturas que se deberían leer y no apreciar toda la sabiduría que en las suyas se encierra.
Me ha convencido su seriedad poniendo los puntos sobre las ies y la defensa que Sancho hace de su señor.
Al final aparece un cabrero que les va a contar una historia.
LI.- Y la historia que les cuenta es la de Leandra, una joven muy hermosa para quien su padre busca desposar con algún hombre con buenas intenciones. Pero el destino quiere que su elección sea la de un joven y apuesto militar, y sin fortuna, quien tras engañarla y robarla la deja abandonada en una cueva. Tras lo que su padre la encierra en un convemnto y sus más directos pretendientes vagan por el monte, uno con sus ovejas y otro con sus cabras, narrando a quien quiere escuchar sus quejas y lamentos, y proclamando al viento el nombre de Leandra.
A todos gusta su historia, menos a don Quijote que sospecha del cabrero.
LII.- La entrega final de esta primera parte de "El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha" reune toda la literatura que nos ha regalado Cervantes a lo largo de sus cincuenta y dos capítulos. Como no podía ser de otra manera, y al hilo del cabrero, don Quijote se enfrenta a él, pero en ese instante aparece a lo lejos un grupo en procesión que portaba una virgen y pedía les lloviese. Don Quijote, que ya estaba encendido por su discusión con el cabrero, vio lo que no era y allí se fue a galope a liberar a la dama negra que supuestamente llevaban atadas unos encapuchados.
Al final recibe un golpe en el hombro y tumbado en su carreta llegan por fin a la venta donde les esperan entre lágrimas y curiosidad. Y salen de nuevo a relucir el mal que le han hecho los libros de caballería.
El mejor relato se lo dejo una vez más para Sancho. En esta ocasión rinde cuentas a su mujer y ésta parece más contenta por su asno que por su marido.
Y aquí los dejo, hasta nuevas aventuras que parecen ser las referidas a la tercera salida de don Quijote.
I.- Don Quijote, que en sus ratos de ocio creó afición a las lecturas de caballerías, dejó a un lado el placer de la caza y las obligaciones de su hacienda, y desprendiéndose de sus ataduras fue vendiéndolo todo con el único ánimo de comprar más libros en los que hacer volar su imaginación. Tanto fue el gusto que le cogió a su nueva actividad que imaginó ser un caballero andante y quiso emular a aquellos sobre los que leía. De esta manera recreó su estampa: fabricose su armadura, llamó Rocinante a su flaco rocín, dio nombre de Dulcinea del Toboso a la dama de la que en otro tiempo estuvo enamorado y se hizo llamar Don Quijote de la Mancha.
Con cincuenta años y perdido el juicio, por querer entender frases como "La razón de la sinrazón que a mi razón se hace,...", nos hará contagiarnos a unos cuantos lectores con las aventuras de su imaginación y a otros con su locura.
II.- Afrontando su primera salida como caballero, vestido para la ocasión con la que será desde ahora su indumentaria habitual, se dispone a recorrer los caminos que a buen parecer quiera su viejo rocín llevarle. Cuando se acuerda de no estar nombrado caballero y va en busca del primer caminante que se encuentre para que lo nombre, pues así lo había leído en los libros de caballería. Hasta que llega a una venta que el ve como castillo y aquí empiezan sus confusiones entre lo real y lo imaginario.
La mezcla de lenguajes hace que la lectura sea rica en vocablos: los de los diálogos, con un castellano que a veces parece mal escrito; y los de la narración, que resultan sencillos y dan el contrapunto a la retórica de nuestro hidalgo.
III.- Y como un caballero ha de ser no sólo nombrado sino armado como tal, decide solicitarle al ventero la gracia de otorgarle el don que le pide. Para disgusto de ambos, se mezclan en la conversación los dineros que se han de pagar por la estancia y las viandas, pero nuestro amigo dice no tener constancia de que en los libros de caballería se mencione que estos lleven dineros, a lo que es contestado que camisas blancas y ungüentos para las heridas tampoco.
Podréis imaginar en que acaba todo esto, pues si uno es pícaro (aunque podría parecer que sin intención alguna debido a su loca percepción de la vida), el otro se las sabe todas, acostumbrado como está a lidiar con los parroquianos de su posada. Al final, como única manera de quitárselo de encima, sin percibir las costas de la posada y entre risas, le arman caballero y le ven marchar. Un primer guiño a la novela picaresca, del que espero y estoy seguro nos vamos a encontrar más a lo largo de estas aventuras.
IV.- Armado caballero, se dispone a regresar a su venta con el fin de hacerse con un escudero, que le asista de acompañante y de lo que sea menester por esos caminos; gracia que quiere otorgar a un vecino labrador. Pensando en sus cosas se encuentra por el camino con un joven que está siendo azotado por su amo y poco después con un grupo de mercaderes a los que quería hacer reconocer a su bella Dulcinea como la más hermosa del reino. Si de lo primero creyó salir victorioso, de lo segundo terminó por los suelos y apaleado.
Y así, en el suelo, apaleado y sin poder levantarse, debido al peso de su armadura y a los golpes recibidos, queda el hidalgo. No se puede decir que "el desfacedor de agravios y sinrazones" haya comenzado con buen pie ni que vaya dejando amigos tras de sí; pero continuemos acompañándole, que todavía nos queda un gran camino.
V.- En el suelo, dolorido y sin poderse levantar, habíamos dejado a nuestro amigo y quiso la suerte que pasara por allí un vecino suyo, el cual le ayuda. Pero creyendo que era una aparición, debida a los versos que se hallaba recitando, y confundiéndole con quien no era, tuvo uno la gracia de ser acompañado y el otro de soportar las tonterías que este iba diciendo. Al llegar a casa se encuentran con el Cura y el Barbero, que escuchaban como el ama les contaba la afición por los libros y los demonios que le estaban corrompiendo. Al verle entrar, el cura decide tomar cartas en el asunto y deshacerse de la biblioteca infecta de Don Quijote.
Un capítulo que nos va presentando a más personajes y que evoca a los héroes del hidalgo y por otro lado da protagonismo al cura y a los libros; el conocimiento y la sabiduría que pueden proporcionar pueden ser también contraproducentes en determinadas manos. Y en las de Don Quijote no parece que hayan obrado por lo bueno, aunque ¿quién puede decidirlo?,¿quién tiene la autoridad para decidir sobre nuestras lecturas o nuestra locura?
VI.- Aprovechando que Don Quijote descansa en su alcoba, de las heridas sufridas en sus anteriores disputas, el Cura y el Barbero asaltan la librería del hidalgo y se disponen a revisar cada uno de los libros que la forman. Uno a uno, y luego por lotes, van leyendo títulos y autores, condenando a unos al fuego y a otros disponiéndolos para su propio saqueo. De esta manera el autor se recrea en enumerar aquellos libros de caballería que a buen seguro le influyeron para la creación de su obra y por los que nuestro amigo llegó a la locura. Aunque también encuentran textos de amor con los que no quieren tentarle, pues según dice su sobrina:
"... y, lo que sería peor, hacerse poeta, que según dicen, es enfermedad incurable y pegadiza".
Un episodio de transición en el que aparte de los libros que se mencionan, Cervantes realiza algo de publicidad de su obra y de si mismo recordando en boca del Cura "La Galatea", obra de la que espera una segunda entrega. Y con las llamas preparadas, tendremos que esperar el desenlace que han preparado éstos que demuestran más locura que razón.
VII.- Finalmente la acción se consuma y los cuatro inquisidores queman los libros que habían ido apartando. El resto deciden encerrarlo en su propia biblioteca, tapiando la estancia con un muro y a su amo contarle la fantasía de que un encantador se lo había llevado todo envuelto en una espectacular cortina de humo. Tras el descanso y el pasar de los días, la mentira se vuelve en contra de quienes la idearon y de nuevo Don Quijote ve fantasmas que le persiguen y a los que tiene que dar caza, para los que decide hacerse de un escudero y salir en su busca; apareciendo así por primera vez Sancho Panza.
Un capítulo éste de transición, entre lo ocurrido hasta aquí y lo que a partir de ahora dará comienzo. La primera salida ya está programada y ambos cabalgan toda la noche por los campos de Montiel; la promesa de la ínsula y las primeras dudas de Sancho Panza, a quien parece dar lo mismo sus huertas que las nuevas aventuras. Pero esperemos, que esto no acaba nada más que comenzar.
VIII.- La más famosa y conocida aventura es la que transcurre en este capítulo, en el que se confunden molinos con gigantes por un extraño sortilegio que el sabio Frestón le había realizado tiempo atrás. El, hasta el momento, prudente Sancho, se contagia del entusiasmo de su amo y de avisarle de su error pasa a tomar partido reclamando un botín de guerra y lo único que consigue es una somanta palos. La novedad la da un vizcaíno al que se enfrentan, que por su forma de hablar bien merecería un estudio a parte, y al que Don Quijote contesta en su mismo modo queriendo demostrar cultura y don de lenguas. Pero tendremos que esperar, por resultar inconclusa la narración y por emplazarnos Don Miguel a una nueva entrega, en la que podremos asistir al desenlace de este entuerto.
IX.- Pues quedeme con las ganas de saber algo más del vizcaino. La lucha que ambos comparten se queda en poca cosa y la narración se distrae y nos lleva a Alcaná de Toledo donde los papeles que vende un muchacho se convierten por arte de magia en las primeras aventuras del hidalgo pero escritas por un escritor arábigo. Me quedo algo confuso y me viene a la cabeza esa otra novela aquí reseñada, Madrid 1605, que nos lleva a las posibles claves de cómo se convirtieron las primeras y cortas aventuras en un libro tan extenso, y esa alusión a Sancho Zancas o Sancho Panza que en el manuscrito encontrado hace referencia. El castellano utilizado o las erratas de la primera impresión dan sin embargo un toque inconfundible del habla quijotesco.
X.- Tras los últimos pescozones recibidos, Don Quijote tiene heridas en una oreja y sale a relucir el bálsamo de Fierabrás, ungüento del que sólo él es conocedor y del que pone sobre aviso al bueno de Sancho, que al ver peligrar sus pagos mediante promesas de ínsulas intenta negociar el cambio. Pero bueno es el hidalgo para dejarse convencer, o más bien dicho, bueno es el hidalgo para resolver su mentira en otra más gorda. Con lo que la conversación entre ambos es de lo más graciosa, con cada uno de ellos tirando para su casa. Ya se veía Sancho enriqueciéndose con el brebaje en cuestión cuando cambian la conversación al tema de las viandas y entonces si que vemos a éste más despierto, que por ahí no se las dan, y en un tono jocoso deja esta frase en el aire que demuestra que ya se va enterando de donde se ha metido:
"-Virtud es -respondió Sancho- conocer esas yerbas que, según ya me voy imaginando, algún día será menester usar de ese conocimiento".
XI.- Y llegaron junto a unos cabreros que les dieron cobijo, un buen fuego y algo de comer; a cambio Don Quijote les narra su modo de vida y la justicia que ha de impartir como caballero. El punto más divertido lo da de nuevo Sancho que invitado a compartir plato y asiento con su amo, renuncia a tal privilegio pues sus modales son más libres comiendo de pie y no quiere verse privado de ellos. Y razón tiene el escudero, acostumbrado a la libertad que le da la soledad, no entra en sus planes tener que comportarse con las formas que le quiere imponer el caballero.
Un episodio que nos habla de la hospitalidad de nuestras gentes de campo y de como se sorprenden este grupo de sencillos y humildes cabreros al escuchar la conversación que mantienen ambos. Yo la verdad es que me hubiese reído a gusto si en tales circunstancias me hubiese encontrado, ya que el cuadro que nos presenta Cervantes define muy bien la perplejidad de los cabreros ante la imagen de nuestros amigos, tan distintos entre sí y con ese aporte de dos culturas enfrentadas, dos vocabularios diferentes con los que defienden sus posturas sin faltarles razón alguna a sus comentarios.
Cada vez me van gustando más las reflexiones de Sancho, que aprovecha cualquier diálogo para opinar y darle la vuelta a la tortilla.
XII.- No hay nada mejor para nuestro amigo que darle conversación y mejor si ésta tiene como protagonista los amores que despierta una campesina, pues así puede dar rienda suelta a su imaginación y al poder del influjo que Dulcinea realiza sobre él.
Creo que Cervantes aprovecha en este capítulo para introducir otros de los cuentos con los que completó y enriqueció su obra, y con el que también aprovecha para dar sus replicas culturales corrigiendo al narrador de la misma, cortándole en cada frase e introduciendo su sabiduría en la voz del Quijote; mientras Sancho sigue con lo suyo: comer y descansar.
XIII.- Y en las mismas siguen nuestros amigos, que ahora se dirigen junto a los cabreros a un entierro. El muerto, un pastor, que según cuentan unos y otros ha fallecido a manos de la pastora que en el capítulo anterior despertaba los amores de quienes la contemplaban y por la que don Quijote sentía curiosidad al haberla comparado con su amada Dulcinea.
En el camino se encuentran con otro grupo que también acude en procesión a lo alto del monte donde se iba a realizar la sepultura, y quiere la fortuna que se ponga en su camino un jinete de nombre Vivaldo, al cual instruye en eso de las caballerías y los libros; aprovechando de nuevo Cervantes para realizar un recorrido por cuantos grandes hidalgos hay en la historia y nombra entre otros a Lanzarote y a Tirante el Blanco.
Como nota curiosa aparece la denominación de linaje de Vivaldo, que a la mención de don Quijote de que su Dulcinea "es de los del Toboso de la Mancha", él contesta que la suya "es de los Cachopines de Laredo". Como cántabro de adopción he querido revisar en la red y me he encontrado con que el término proviene de los españoles que pasaron por las Indias; pero siglos antes ya lo había mencionado Jorge de Montemayor en su obra pastoril "La Diana" y aquí Cervantes la menciona en un homenaje al salvarla de aquella hoguera que vivimos al principio de nuestra aventura.
XIV.- Tras leer unos versos del fallecido Crisóstomo y cuando estaban reunidos para dar comienzo a su sepultura, apareció la pastora Marcela reclamando la atención de todos los presentes para contarles lo que le había ocurrido antes de su muerte. Después de justificar su inocencia y de solicitar la dejasen con su vida, a la que nada pedía más que disfrutar de sus pequeñas cosas, desapareció.
Poco más que decir salvo que me ha gustado la literatura de este capítulo y las palabras puestas en boca de Marcela. Nuestros amigos se separan de los cabreros y caminantes y dirigen sus pasos en busca de limpiar los caminos de maleantes, un poco de aventura y acción que tanto ellos como este lector empiezan a demandar.
XV.- Y parecerme que me ha leído, porque ha sido decirlo y de nuevo me encuentro con un capítulo en el que se llevan una somanta palos, no solo Don Quijote y Sancho Panza, sino también el bueno de Rocinante, aunque como bien dice Sancho más se tenía que haber llevado al ser el culpable de este embrollo. Y es que para una vez que descansa su amo y tiene todo el pasto a su disposición para darse al buen yantar y trotar, no se le ocurre otra cosa que ponerse a molestar a una yeguada próxima. Así que le molieron a palos y a sus compañeros de viaje también, bueno a todos menos al jumento que bastante tuvo con cargar con el hidalgo, aunque por poco tiempo, pues divisaron una venta y el trabajo fue escaso; mas creyendo ver castillo de nuevo, entraron y se aposentaron en él.
Por fin un poco de acción y una nueva paliza para sus espaldas; una nueva conversación en torno a la ínsula prometida y alguna que otra frase ingeniosa de Don Miguel, a quién también echaba de menos:
"... que no hay memoria a quien el tiempo no acabe, ni dolor que muerte no le consuma".
XVI.- Con los huesos desarmados, encuentra su descanso en algo que el ventero llama cama, él cree aposento de finas sábanas, y en verdad resultan ser dos tablas con una colcha encima. Pero la imaginación, de quien se cree en un castillo, es prodigiosa; y de la misma manera ve bellas damas donde sólo se encuentra una asturiana: tuerta de un ojo y del otro no muy sana. Quiso el destino que Maritornes, que así se llamaba la asturiana, fuese a yacer con el harriero en el antiguo pajar donde intentaban descansar nuestros amigos, y quisieron las fiebres y la imprudencia que el hidalgo creyese ser el destinatario de la visita. Total, que asióla y palpo sus finas ropas (arpillera), olió su dulce aroma (ensalada de fiambre), y embrujado por su hermosura comenzó a dedicarle palabras de amor.
Os podéis imaginar, que de nuevo le va a costar cara su locura y que de ésta no se va sin recibir una buena paliza; pero leer este capítulo y reíros de buena gana que el cuadro que se presenta es digno de representación teatral.
¡No creía yo a don Quijote tan atrevido!
XVII.- Y como no podía ser de otra manera, recibieron tantos palos por su osadía que los que llevaban acumulados ya se habían quedado en pocos, y tras una noche de insomnio provocado por el dolor que almacenaban en sus costillas, decidieron acudir al bálsamo mágico que sus heridas iba a curar. El encantamiento al que creen estar sometidos desde hace tiempo y el encontrarse en venta y no castillo, produce en ellos tal efecto que el bebedizo preparado con aceite, vino, sal y romero, les revuelve sus estómagos.
Llegada la hora de marchar les espera un nuevo acontecimiento, pues al negarse a pagar por su razón de caballero, es Sancho quien sufre el mal genio del ventero y de unos huéspedes que se encuentran en la venta.
Aparece en este capítulo un clásico recuerdo de estas aventuras, el manteo que recibe el escudero, que junto a las frases que da como replica a don Quijote son posiblemente lo más divertido de esta novela; aunque todavía es pronto y seguramente nos seguirá sorprendiendo don Miguel, porque imagino que a este par le continuarán moliendo las espaldas allá por donde vayan.
XVIII.- Después del manteo recibido y las disculpas de su amo por no acudir al rescate, pues hallábase según él bajo un encantamiento que se lo impedía, Sancho empieza a dudar si hace bien en seguir acompañando a don Quijote en la búsqueda de lo imposible, aunque para ello tuviese que renunciar a su salario y a la ínsula prometida. Y si los pensamientos le confunden, más se lo va a pensar tras una nueva encrucijada en la que legiones de armados caballeros se confunden en, de nuevo, una batalla imaginaria en la que algunas ovejas correrán la peor suerte.
Diálogos, unos en defensa de volver a la venta y volver a sus quehaceres cotidianos y otros en explicaciones de la gloria de los insignes caballeros de nuestra tierra así como de la belleza de las mismas; todo por enaltecer su justa causa y dar sentido a su aventura.
Pero Sancho no traga y viéndolo su amo compungido le da el mando de sus destinos en los que hallarán nuevas aventuras, aprovechando ese honor para entretener y divertir a su señor. Emprenden el camino con lo que a continuación narrará y en verdad que me apetece, pues son las vivencias del escudero las que más me aportan en esta lectura.
XIX.- Si en un principio es Sancho quien le hace ver a su señor las faltas cometidas contra la orden de caballería, es don Quijote quien vuelve las tornas y reprende a su escudero por no haberle recordado a tiempo las normas que se impuso al comenzar ésta su locura. Entrada la noche y sin un mendrugo que llevarse al estómago, ni luz que indique una venta, continúan su camino y su charla, cuando divisan lumbres en movimiento y de nuevo los fantasmas llaman a la curiosidad hasta descubrir a un grupo de encamisados que no son otra cosa que bachilleres de camino a Segovia acompañando a un difunto para su entierro.
En la despedida de un nuevo enemigo que sumar a la larga lista, a Sancho le da por nombrar a don Quijote de la Mancha como el Caballero de la Triste Figura, aludiendo a su semblante tras la escasa iluminación de las llamas y a la falta de muelas y el hambre que luce su señor.
De nuevo cambia el sentido y parece ser de su ocurrencia, como con todas las conversaciones y ocurrencias de Sancho. Un capítulo del que por primera vez salen bien parados, aun a costa de tener que frenar Sancho a su amo, pues le parece que sin huesos rotos no ha habido batalla, y sin batalla no hay gloria. Pero dejémoslos, que a buen seguro volverán a terminar por los suelos y apaleados.
XX.- Tras su última aventura también consiguieron hacerse con las viandas que los bachilleres llevaban en sus alforjas, y con ellas se encaminaron a dar buena cuenta de ellas, pues llevaban varias jornadas sin echarse nada al estómago; pero cual fue su sorpresa cuando comprobaron que no tenían nada con que poder pasarlas y de paso remojar el gaznate. Su andadura continúa por el bosque y en esas escuchan el rumor de agua y con las mismas se dirigen a su origen. Pero algo les frena, al caer del agua también les acompaña un sonido que no identifican, y que entre la oscuridad de la noche y las trampas que el buen Sancho pone a su amo, hacen que no se atrevan a seguir adelante, por lo que amenizan la noche hasta el alba con el cuento de La Torralba que era hija de un ganadero allá por Extremadura.
Otro de esos capítulos que entre la narración y la guasa que le pone el escudero al tema, ha conseguido que empatice de nuevo con él y que cada vez me gusten más sus diálogos. El desenlace tiene un humor divertido que produce risas entre ambos y que transmite la buena amistad que se va forjando en su aventura.
XXI.- "Donde una puerta se cierra, otra se abre", le dice don Quijote a Sancho al ver a lo lejos algo que relumbra más que el sol como si de oro se tratase, en definitiva, otra alucinación de las suyas donde ve lo que quiere y no lo que realmente es. Así se encamina en busca de quien lo porta, un barbero que por culpa de la lluvia se había tapado la cabeza con una bacía; y el hidalgo, creyendo encontrarse con el tan deseado yelmo de Mambrino, arremete contra él y se lo coloca orgulloso sobre su triste figura.
Tras una nueva reflexión de Sancho, para que su señor conquiste glorias en batallas que le den renombre, don Quijote deja brotar sus fantasías y relata lo que a buen seguro tantas veces ha leído en los libros de caballería que le hicieron perder el seso.
De nuevo, la mano de Cervantes se deja notar por su afición al teatro y su empeño vocacional en componer comedias, tragedias y entremeses, y nos regala la exposición teatral de como ve su protagonista el relato de lo que podría ser su vida si consigue al fin el reconocimiento por sus triunfos.
XXII.- Y no salen de una cuando ya se están metiendo en otra. A la vista de ellos, doce hombres unidos por cadenas, prisioneros del rey y con dirección a las galeras. Y ante tal agravio don Quijote se dispone a socorrerlos sin importarle que la justicia les acompañe. Interesado en las culpas de cada uno de ellos para haber merecido tal castigo, interroga al comisario y luego a los presos. Así conoce y dictamina que no se merecen ir a galeras y que se les de la libertad.
Imaginaros que la justicia se queda atónita, los presos boquiabiertos, y el de siempre comete una locura, de la que al final, como ya podréis suponer, saldrá mal parado.
A destacar, la conversación con uno de los presos, el más peligroso, de nombre Ginés de Pasamonte, quien dice estar escribiendo sus memorias y aventuras bajo el título de "La vida de Gines de Pasamonte" (que bien pudiera ser Jerónimo de Pasamonte o el mismísimo Alonso Fernández de Avellaneda, autor del libro conocido como el Quijote de Avellaneda). Este hecho intriga a don Quijote y seguramente que Cervantes quiso dar otro de sus guiños a sus amigos y enemigos.
Humor, picaresca y diálogos con distintas voces, a cada cual más diferente, completan la trama de este capítulo, que además tiene el apunte histórico del envío de presos a galeras por orden del rey.
XXIII.- Camino de Sierra Morena continúan con sus conversaciones de tira y afloja en las que a un directo Sancho se le enfrenta, como siempre, un retorcido don Quijote empeñado en darle vuelta a las cosas y arrimar el ascua a su sardina.
Tras el descanso nocturno se encuentran con la triste noticia del robo del asno y la desesperanza de su amo, al cual tiene que consolar el hidalgo caballero prometiéndole tres nuevos animales.
La mala suerte que tuvieron al despertar se vuelve a su favor al encontrar un zurrón que contiene un libro escrito con versos, cartas y trovas, que leen en un intento de conocer a su dueño; unas camisas blancas y unas monedas de oro, que ofrece en pago al escudero. Pero su alegría dura poco al ver a lo lejos un hombre corriendo por el monte, y pensando que puede ser el amo de aquello, se dirigen en su busca a las montañas donde lo encuentran; pero lo que acontece lo sabremos en la próxima entrega donde espero se nos cuente que le hizo abandonarlo todo y vivir como un ermitaño.
XXIV.- Y por fin conocemos a Cardenio, a quien también se le da el sobrenombre de "El roto", "Caballero de la Sierra" y "El caballero del Bosque"; términos estos que definen en gran parte al personaje de Sierra Morena, pero la palabra que mejor le define es loco. Y digo esto porque reunidos en una pradera, y después de haber saciado el hambre que padecía tras varias jornadas sin echarse nada al estomago, nos cuenta la historia de su desamor, y es aquí donde su narración da a entender que ha perdido el juicio. El caso es que la conversación termina en pelea, con Cardenio huido y escondido en el bosque y con don Quijote, y este lector, con ganas de encontrarle para que nos termine de contar lo que le sucedió.
XXV.- Sancho, cansado de buscar aventuras que no le reportan nada más que desgracias, solicita al hidalgo licencia para volver a su casa con su familia, pues le ha impuesto silencio y él necesita darle a la lengua. Don Quijote le concede permiso para hablar, pero muy pronto es él el que toma las riendas de la conversación y en ella salen a relucir sus dos amores: Amadis de Gaula, por el que inicio esta aventura por considerarle el más perfecto de los caballeros andantes; y Dulcinea del Toboso.
De Dulcinea conoce Sancho su identidad, que lejos de ser princesa, la dibuja como hombruna, tosca y capaz de asustar al más bravo; pero como siempre la versión es bien diferente según quien la cuente y la imaginación del enamorado don Quijote la pinta como el la desea.
Al final, Sancho consigue su licencia y marcha con unas cartas que ha de entregar y en las que se cuentan los amores y los pagos que ha de hacerle por sus servicios; dejando solo al caballero de la triste figura y prometiendo volver a su encuentro.
XXVI.- Solo, el caballero de la triste figura empeña su tiempo en meditar y escribir versos dirigidos a Dulcinea del Toboso, que va dejando en la arena o en los árboles. Rezando a Dios para que le de la inspiración necesaria, pide que le guíe para ser como su admirado Amadis y poder llegar a compararse con él y así ser digno de su amada.
Sancho consigue llegar a la venta y allí se encuentra con el Cura y el Barbero, pero cuando le piden cuentas de su señor y les va a mostrar las cartas que escribió, cae en la cuenta de que el hidalgo no se las había entregado, por lo que tiene que tirar de memoria y dictar las palabras que le vienen a la mente para poder transcribirlas de nuevo.
El Cura, preocupado por las locuras de don Quijote y queriendo de paso darle un escarmiento, prepara una representación con la que ir a su encuentro y devolverle a su casa.
Un capítulo de reflexión y un poco carente de emoción, pero espero que en próximas entregas las ocurrencias y diálogos mejoren, y vuelvan por los caminos de antes con nuevas y divertidas aventuras.
XXVII.- El plan ideado por el Cura le lleva, junto al Barbero y Sancho, al encuentro de don Quijote, pero al llegar a la sierra y encontrar las señales que el buen escudero había dejado escuchan la voz de un hombre que recita y canta sus versos. Éste no es otro que Cardenio, del que Sancho ya había dado buena cuenta de sus locuras y puesto en aviso a sus acompañantes.
Cardenio, viéndose socorrido y en agradecimiento les narra sus desventuras, a quién van dedicadas sus letras y el porqué de su locura. De esta manera les habla de las cartas que se intercambiaba con su amada Lucinda y de como el rico don Fernando le arrebata a la que tenía que ser su mujer; y de aquí a vagar por la sierra.
Un cambio de ritmo en la prosa de Cervantes, con tintes románticos y no exentos de ese toque de sorpresa al que nos tiene acostumbrados, y que bien sirve para darnos un descanso a las fantasías y aventuras, y al protagonismo de don Quijote y Sancho Panza.
XXVIII.- Siguiendo la narración de Cardenio, escuchan y se encuentran con una moza que se está lavando en el arroyo, cuando ella percibe que la están mirando inicia con ellos una conversación que la lleva a hablar de sus amores con un tal don Fernando. Cardenio creyendo reconocer a la dama y pensando en su Lucinda presta atención, junto a sus nuevos amigos, la historia de desamor que la hizo huir de su casa y de las comodidades de esta para vagar por la sierra. Después de oírla y saber que su nombre es Dorotea, conocen lo que aconteció a Lucinda y contemplan las lagrimas que Cardenio no les oculta.
Parece otro el que escribe y no Cervantes: el cambio de estilo de los últimos capítulos quedan muy alejados de las chanzas de Quijote y Sancho, y la historia de caballeros toma otro camino bien distinto.
Me encuentro expectante pues imagino que todo se enredará y volverán de nuevo los disparates del principio: yo al menos los hecho de menos.
XXIX.- Dorotea entra a formar parte del plan que Cura y Barbero habían ideado para sacar a don Quijote de la sierra, de esta manera se hace pasar por una princesa del reino de Micomicón y engaña con un desagravio del que busca venganza de la mano del famoso maestro de la caballería. Tras exponer las razones por las que pide su ayuda, consigue el favor del hidalgo que se compromete a acompañarla donde ella diga; y así emprenden un viaje por el que irremediablemente tendrán que hacer parada en el pueblo del Cura.
Una mezcla de diferentes géneros dominados por Cervantes, sirven de punto de inflexión entre los capítulos anteriores y las nuevas aventuras que van a empezar a acontecer. Tras la calma de los últimos desvaríos, nuestros amigos se ponen de nuevo en marcha y sus conversaciones por el largo camino que les espera se me antojan divertidas y llenas de nuevas discusiones.
XXX.- El engaño planeado toma forma gracias a la interpretación de Dorotea, que adorna cuanto puede su invención, y aunque en algún momento se equivoca en la narración, sus compinches salen en su ayuda completando la mentira. Don Quijote no se entera del cuento inventado por la dama y se enorgullece de cuanto ella cuenta y de las alabanzas que le prodiga. Sancho por su parte recupera el asno perdido, sobre el que cabalga el gitano Ginés de Pasamonte.
Una continuación del capítulo anterior en el que poco a poco van volviendo los tira y afloja de nuestros protagonistas, y el ritmo que se había perdido en la novela.
XXXI.- En el camino que emprenden en busca de hacer justicia a la princesa de Micomicón, don Quijote interroga a Sancho porque quiere que le cuente todo lo que aconteció cuando fue a entregar la carta a Dulcinea, como le recibió, como iba vestida, en que ocupaba su tiempo. A cada una de las respuestas inventadas por el escudero, una versión de los hechos interpreta el hidalgo. Si aquel dice que andaba entre fanegas de trigo, este dice que serían perlas; si aquel decía que su olor era sudoroso por el esfuerzo, este reprende y dice que sería su propio olor y no el de tan distinguida señora.
En la parte final aparece Andrés, un pobre muchacho que sufrió la ira de su amo cuando intervino don Quijote en su ayuda, y que ahora viene a contarle lo que en verdad sucedió cuando él se fue, y que tan lejos está de lo que el sospecha que prefiere que no vuelva a intervenir en su defensa. El grupo disimula las risas y convence al caballero de la triste figura para seguir con su camino y cumplir con la empresa prometida a la princesa.
Un final perfecto para este divertido episodio que se inicia con una conversación como las del principio, llena de embustes, fantasías, repletas de chascarrillos y curiosas interpretaciones, y termina con Andrés poniendo tierra de por medio.
XXXII.- Continuando con el engaño llegan a la venta que en anteriores aventuras ya habían visitado. Allí, mientras unos descansan a otros les da por debatir sobre unos cuantos libros y, como siempre, aparece esa manía que tiene el Cura por quemar cuantas hojas se le pongan por delante. Y entre todos los libros les llama la atención "Novela del Curioso impertinente", la cual se disponen a leer y se dará cuenta de ella en la siguiente entrada.
También cabe destacar lo que Dorotea dice a Cardenio:
"- Poco le falta a nuestro huésped para hacer la segunda parte de don Quijote"; lo que me parece que adelanta a Cervantes en el mundo de la publicidad con este mensaje en pleno siglo XVII.
XXXIII.- De esta forma, nos vamos a Florencia, donde nos encontramos con Anselmo y Lotario, dos mozos que reparten su tiempo entre las cuestiones del corazón y la caza. Lotario, como buen amigo, intercede con los padres de Camila para casar a Anselmo. Una vez casado, le entran dudas sobre la fuerza del amor y la fragilidad que pueda tener su matrimonio y solicita a Lotario ponerle trampas a su mujer por ver si ésta cae en las redes de su nuevo pretendiente. Lotario al principio miente pero pasados unos días comienza a interesarse por la bella y honrada mujer de su amigo.
Un sainete en el que se dan los más oscuros motivos y las muy descabezadas preguntas que irán dando forma a la novela que entre todos están leyendo y que nos dejan una narrativa diferente a la que nos tenía acostumbrados Cervantes en esta obra de caballeros.
De nuevo, creo, que aprovecha para introducir dentro de sus aventuras otras historias ya escritas, que dan más consistencia a la literatura que propuso en un principio con las desventuras de don Quijote y Sancho Panza.
XXXIV.- Anselmo continúa con sus celos y las dudas le hacen poner el juego ideado con su amigo Lotario en su contra. La provocación ha despertado en Camila sentimientos con los que no contaba y el enredo entre los tres va tomando dimensiones de tragedia. Por si fuera poco, su hermana Leonela entra a formar parte del sainete que le montan a Anselmo, y entre mentiras y un poco de teatro consiguen que las aguas se apacigüen y el amor siga triunfando. Pero entre quienes, será otro cantar, que don Miguel cuando se pone a dar rienda suelta a los embrollos no hay quien lo pare, aunque esto ya lo conoceremos en el desenlace, cuando los habitantes de la venta continúen leyendo, si don Quijote les deja, porque en el siguiente capítulo creo que la lía buena al despertar.
Veremos con que nuevos desquicios se despierta y contra quienes arremete, que seguro que la siesta le ha renovado las fuerzas.
XXXV.- Algo tiene la venta donde se hospedan, que cada vez que la pisan sufre don Quijote de encantamientos, si es que de esta forma se le puede llamar a un nuevo ataque de locura que tiene forma de gigante, pues creyéndose en el reino de Micomicón nuestro amigo lucha en sueños y arremete contra todo lo que encuentra a su paso, en especial a unos pellejos de vino cuyo líquido queda esparcido.
De esta primera parte, aun siendo más de lo mismo, me hubiese gustado que el autor la hubiese alargado, pues visualmente podía haber dado bastantes risas. Pero la corta rápidamente para dar paso a la finalización de la lectura que el resto se traía entre manos, y que visto por la atención que dan al caso les interesa más que la locura y el estropicio al que han asistido.
El desenlace representado por Anselmo, Lotario y Camila, no es del gusto del Cura por verlo irreal; y a mí me parece que también desperdicia en exceso la oportunidad de haber redondeado una historia que acaba en dos párrafos, aunque eso sí, deja a un lado el final romántico para convertirlo en una tragedia; cubriendo así un género más dentro de esta obra.
XXXVI.- Y si le faltaba algún género por tocar, en esta entrada nos encontramos con el Cervantes más romántico que me hubiese podido esperar. La escena transcurre en la venta a la que acuden unos misteriosos jinetes camuflados tras sus respectivos antifaces, pero las circunstancias quieren que todos los presentes quieran saber sus identidades. Tras conocerse los nombres de Fernando y Luscinda, Dorotea y Cardenio ven abrirse viejas heridas, pero después de las palabras que unos a otros se dirigen, todo toma un final lleno de lagrimas y con final feliz. Incluso Sancho llora, pero al ser preguntado por ello responde que él lo hace por ver perdidas todas las mercedes prometidas.
Don Quijote mientras tanto duerme ajeno a lo que sucede, y seguro que los presentes le preparan algún nuevo engaño para próximas aventuras.
Si en la lectura del libro encontrado me pareció que el texto era más rebuscado, en éste ha sido todo lo contrario y sus formas literarias han sido más agradables de leer; otro Cervantes por descubrir en un capítulo que os recomiendo por sí solo.
XXXVII.- Sancho despierta a su señor, que de nada se había enterado pues tras el incidente del gigante y el vino derramado estuvo dormido, y le cuenta lo sucedido en su ausencia, poniéndole al día acerca de la identidad de la princesa de Micomicón y que ésta se hace llamar Dorotea.
Tras nuevos engaños con los que hacer retornar a don Quijote a su venta, se disponen a pasar la última noche cuando entran en escena una pareja formada por un cautivo y una dama nacida en Argel.
Poco más se puede decir de esta entrega realizada como puente entre lo acontecido y lo que vendrá a continuación: un discurso sobre las armas y las letras.
XXXVIII.- Mientras el resto cena, don Quijote da rienda suelta a sus pensamientos y sale en defensa de los soldados, pues sin ellos no sería posible la armonía de pueblos, ciudades, reinos o monarquías, y los compara en su buen hacer con ilustrados y letrados. También se queja de la aparición de la artillería y de la muerte indigna que para un soldado supone el morir de bala; cuestión que le quita valor a la espada y a la valentía de los caballeros.
Un discurso en toda regla, que supongo tendría alguna intención en su día por parte del autor, pero que aquí se me antoja un poco fuera de sitio.
XXXIX.- Y como de discursos parece que va la noche, el Cautivo toma la palabra y procede a contar algunos sucesos de su vida desde que dejó León y marchó a embarcarse al servicio del rey Felipe II y luchar junto a su hermano Juan de Austria en Génova, Nápoles, Venecia y Malta; hasta que los turcos le apresaron y lo llevaron cautivo a Constantinopla.
Dos son los hechos que me han parecido más relevantes en esta rápida clase de historia: uno, la similitud de la narración del Cautivo con los propios de la vida de Cervantes, pues en ellos se habla de Lepanto y de su participación en las batallas con los turcos; y otro, las fechas en las que transcurren las aventuras de la primera parte del Quijote, situándola en el verano de 1588 (mi curiosidad me ha hecho buscar el dato y curiosamente las explicaciones tenían en cuenta varias frases de este capítulo; os dejo el enlace).
De nuevo, y después del anterior, me he encontrado con una entrega interesante, que como único pero tiene lo acelerado de la redacción; aún así es más que recomendable su lectura, y de paso el enlace que os adjunto.
XL.- El Cautivo prosigue con su relato y ahora nos cuenta como, una vez estando preso en los baños, lugar donde iban a parar los que podían suponer algún tipo de rescate, llegan hasta él unas cartas misteriosas acompañadas de dinero, con las que se da cuenta de como poner su vida a salvo para después buscar a la bella Zoraida en su jardín.
Entre lo histórico, pues la sola mención del cautiverio y la presencia en los baños de un tal Saavedra hacen pensar en una nota biográfica del autor, que como en otras ocasiones aprovecha para dejar constancia, y lo romántico, pues ese es el fin de esta narración; nos encontramos alejados de las novelas de caballería en lo que parecía iba a ser lo único que hallásemos en estas aventuras de Don Quijote y Sancho Panza.
Y como parece que el autor le ha cogido gusto, éstas todavía continúan.
XLI.- Y nos sigue narrando como fue en busca de Zoraida y de que forma pudo ponerse en contacto con ella sin que su padre sospechara. Tambié, como consiguió llevársela consigo y las penurias que hubieron de pasar al encontrarse un barco de piratas franceses en su camino de Argel a España, donde por fin atracaron como cautivos huidos en las costas de Vélez Málaga.
El largo viaje hasta cumplir su sueño de convertirse en cristiana y las ganas de desposarla de El Cautivo, se mezclan con la descripción de la vida de Zoraida y las riquezas que la rodean.
XLII.- Comienz el capítulo Cervantes, no sin antes echarse unas flores por la narración anterior:
"... el modo con que habéis contado este extraño suceso ha sido tal, que iguala a la novedad y extrañeza del mesmo caso".
Después pasa a contar otras cosas que suceden en la venta cuando llegan a ella una pareja formada por el licenciado Juan Pérez de Viedma y una joven doncella; los cuales resultan ser el hermano del Cautivo y su sobrina camino de las Indias, y a los que todos llaman el Señor Oidor, pues ese será su cargo en la Audiencia de México.
La historia, protagonizada por el Cura, termina con un perplejo don Quijote que atribuye los extraños sucesos a la magia de la caballería andante y, aunque desaparecido como protagonista, sabe dejar constancia cuando se ofrece para hacer la primera ronda del castillo mientras los demás duermen.
"... porque de algún gigante o otro mal andante follón no fuesen acometidos, codiciosos del gran tesoro de hermosura que en aquel castillo se encerraba".
XLIII.- Acercándose el amanecer, Dorotea escucha la voz de un mozo de mulas y despierta a y Clara de Viedma para que le oiga cantar pero ésta se sorprende al descubrir de quien se trata, dando paso a confesar sus temores y su historia con el muchacho.
La hija de la ventera y Maritornes deciden gastarle una broma a don Quijote, que se encuentra realizando la guardia del castillo y declamando para su señora Dulcinea del Toboso; él, lo atribuirá todo a otro de los encantamientos que tanto sufre y que terminará con sus huesos en el suelo.
Parece Cervantes dar paso a los momentos quijotescos, después de las aventuras narradas en los últimos capítulos, y empezar así una serie de sucesos que nos llevarán al final de la primera parte del ingenioso hidalgo.
XLIV.- Un poco de acción siempr viene bien para reencontrarse con el verdadero espírito de estas aventuras, en las que don Quijote es protagonista y Sancho el que recibe o da guantazos, porque lo que es su señor no se pelea con bandidos y ladrones, que en este caso quieren irse de la venta sin pagar aprovechando el bullicio que se ha formado con los jinetes que llegaron en busca del mozo enamorado que cantaba sus amores a doña Clara.
Mientras él decide confesarse al Oidor, las cosas se ponen feas a cuenta del famoso yelmo o bacía que porta don Quijote; y en esas les dejamos hasta nuevas noticias, y algún otro follón en el que seguro que acaban todos ellos. pues ingenio no le falta al autor para meterse en una refriega detras de otra.
XLV.- "Vive el Señor, que es vrdad cuando mi amo dice de los encantos deste castillo, pues no es posible vivir una hora con quietud en él".
Ciertas son estas palabras de Sancho en este capítulo, y parte de los que acontecen en la venta, pues desde que llegaron a ella, y después de aquellas conversaciones en las que unos y otros narraban su historia, no ha habido un momento de respiro y de nuevas locuras en las que nuestro amigo don Quijote y compañía hayan dejado de estar inmersos.
Divertidos en el engaño que hacen al Barbero a cuenta de la bacia o yelmo, sus amigos toman posiciones y los alguaciles se les ponen en contra. Total, que al final, y como no puede ser de otro modo, terminan a las manos.
Los disparates, refranes y chascarrillos con que se enfrentan verbalmente, hacen que todo se desenvuelva en una especie de sainete teatral en el que no faltan las lagrimas y los gritos de las doncellas; dándole a la trama el mejor espíritu de esta novela.
La amenaza de dar preso a don Quijote por mandamiento de la Santa Hermandad, por liberar a unos presos como vimos en el capítulo XXII, será el inicio de nuevas aventuras que ya me dispongo a leer para ver en que termina todo.
XLVI.- Gracias a que el Cura intercede, las aguas se calman y cada uno viajará por separado: los alguaciles a dar cuenta a su señor sobre el paradero de su hijo enamorado; Fernando el Oidor y su hija hacia las nuevas tierras al otro lado del océano; don Quijote y la comitiva formada por Dorotea, en busca de la libertad de la reina Micomicona; y el ventero y su familia a descansar después de haber cobrado hasta el últino real de las estancias, desperfectos y comidas.
Pero lo que no consiguió la Santa Hermandad, lo hará el Cura al sorprender a don Quijote y encerrarlo en una juela de cuyos barrotes no podrá escapar. Así camino de su casa y pensando que es fruto de un nuevo encantamiento les dejo partir y voy rápido a ver el desenlace de esta primera parte.
XLVII.- Y así, enjaluado y transportado en un carro tirado por bueyes, va el caballero de la triste figura, despotricando y haciéndose cruces por la manera en la que es transportado, pues él se había imaginado que en los encantamientos iría llevado por algo más acorde con su título de caballero encantado.
Lo que quedaba de comitiva se sapara de nuevo, y en las despedidas aprovecha el ventero para darle al Cura unos papeles, que a seguro sabrá sacar rendimiento de cuanto allí se cuenta, y que no son otra cosa que el manuscrito de la novela "Rinconete y Cortadillo"; manera original y que se creía inventada en nuestro siglo para hacerse un poco de publicidad nuestro amigo Cervantes.
Al proseguir la marcha se les acerca un Canónigo al que se da cuenta del porqué va aquel hombre enjaulado, y al saber que su pecado es ser lector empedernido de libros de caballería se establece un diálogo entre pros y contras, en lo que me parece de nuevo una justificación de la novela, y por qué no, un nuevo intento de promoción literaria.
XLVIII.- Cura y Canónigo mantienen una charla desmenuzando las aventuras del Quijote y dando un repaso a los libros de caballería, defendiendo su literatura y poniendo sombras acerca de las comedias tan disparatadas y sin sentido que desde los tiempos abundan. Creo que aquí Cervantes esconde segundas intenciones y arremete contra sus compañeros, aunque debería decir enemigos, de las letras.
Por otro lado Sancho desvela a su señor el falso encantamiento y quienes se esconden tras los disfraces de aquellos que le han enjaulado. Pero como es su costumbre, don Quijote le da la vuelta a la tortilla y persiste en la veracidad de su estado, por más que Sancho le da pistas y le intenta convencer de lo contrario.
XLIX.- Al menos, consigue convencerle para intentar una escapada y librarse de su enjaulamiento. Pero esto, de suceder, no ocurre en este episodio. Si bien, el Canónigo aprovecha para hacerle ver que cuanto de dice en los libros de caballería es falso y todo es fantasía que enajena a quien lo lee. Don Quijote arremete con sus conocimientos y compara a sus héroes con otros como el Cid que en verdad existió, y le propone que de ser unos inventados lo sean todos, o por el contrario le dejen a él elegir sus aventureros e hidalgos.
Llegando al final de esta primera parte, Cervantes parece justificar su obra y las locuras de su personaje principal, mientras que pone a los demás en su sitio. No le falta razón de cuanto dice e invita a la reflexión. Grandes personajes existen en la literatura de ficción que bien podrían ser reales, más incluso que alguno de los que llevan empeñándose siglos en contarnos una vida que posiblemente no vivió.
L.- Alegato de don Quijote al Canónigo por el que defiende los librs de caballería y le anima a que lea para enterarse en verdad de lo que en ellos se cuenta, y de paso desterrar la melancolía. Porque a él sus lecturas le han dado valentía, ilusión, fantasía, generosidad y la paciencia necesaria para resolver entuertos y juzgar como debidamente se debe para con los prójimos.
Vamos, que le canta las cuarenta y al mismo tiempo le pone de vuelta y media por querer junto a reyes y nobles, catalogar y decidir acerca de cuales son las únicas lecturas que se deberían leer y no apreciar toda la sabiduría que en las suyas se encierra.
Me ha convencido su seriedad poniendo los puntos sobre las ies y la defensa que Sancho hace de su señor.
Al final aparece un cabrero que les va a contar una historia.
LI.- Y la historia que les cuenta es la de Leandra, una joven muy hermosa para quien su padre busca desposar con algún hombre con buenas intenciones. Pero el destino quiere que su elección sea la de un joven y apuesto militar, y sin fortuna, quien tras engañarla y robarla la deja abandonada en una cueva. Tras lo que su padre la encierra en un convemnto y sus más directos pretendientes vagan por el monte, uno con sus ovejas y otro con sus cabras, narrando a quien quiere escuchar sus quejas y lamentos, y proclamando al viento el nombre de Leandra.
A todos gusta su historia, menos a don Quijote que sospecha del cabrero.
LII.- La entrega final de esta primera parte de "El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha" reune toda la literatura que nos ha regalado Cervantes a lo largo de sus cincuenta y dos capítulos. Como no podía ser de otra manera, y al hilo del cabrero, don Quijote se enfrenta a él, pero en ese instante aparece a lo lejos un grupo en procesión que portaba una virgen y pedía les lloviese. Don Quijote, que ya estaba encendido por su discusión con el cabrero, vio lo que no era y allí se fue a galope a liberar a la dama negra que supuestamente llevaban atadas unos encapuchados.
Al final recibe un golpe en el hombro y tumbado en su carreta llegan por fin a la venta donde les esperan entre lágrimas y curiosidad. Y salen de nuevo a relucir el mal que le han hecho los libros de caballería.
El mejor relato se lo dejo una vez más para Sancho. En esta ocasión rinde cuentas a su mujer y ésta parece más contenta por su asno que por su marido.
Y aquí los dejo, hasta nuevas aventuras que parecen ser las referidas a la tercera salida de don Quijote.
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ResponderEliminarVaya reliquia, espero que disfrutes de su lectura.
ResponderEliminarUn beso y feliz entrada de año.
Estoy deseando comenzar,
Eliminarfeliz entrada para ti también,
besucus
La edición que vas a leer es más vieja aún que la mía
ResponderEliminarCreo que El Quijote merece la pena ser leído en cualquier edición, pero las más antiguas tienen algo más,
Eliminarsaludos
Ya me contarás si sus páginas aguantan tu, estoy segura, concentrada lectura!!
ResponderEliminarBesucos
Aguantarán y posiblemente cuando lo termine lo restaure, que anda el pobre libro pidiendo clemencia,
Eliminarbesucus
Bonita edición la tuya
ResponderEliminarFeliz lectura!
La verdad es que siempre me llamó la atención cuando lo descubrí por casa,
Eliminarbesucus
Qué bonita edición. Disfruta de la lectura!
ResponderEliminarBesotes y feliz año!!!
Ya iremos comentando, estoy convencido de que a todos los participantes nos va a sorprender,
Eliminarbesucus
Cómo me sorprende que tú no lo hayas leído todavía. ¡Ánimo con el reto!
ResponderEliminarBesos,
Nunca es tarde y si no fuese por el reto de Laky es fácil que no lo leyese nunca,
Eliminarbesucus