Alberto, padre adoptivo y mentor de Beatriz, le encarga un nuevo trabajo a la atractiva, intrépida y casquivana joven. Alguien, aprovechando la ausencia por vacaciones del gerente, ha robado más de tres millones de euros del dinero negro guardado en la caja fuerte de Promocastro, una promotora de Cantabria de la que Alberto es socio. La opacidad fiscal del dinero hace inviable denunciarlo a la Policía. Beatriz viaja a Santander usando como tapadera el cargo de auditora interna, ya que la limpieza del robo parece apuntar claramente a un trabajo hecho desde dentro, hasta que la investigadora licenciosa se topa con un cadáver.
La intervención de la Guardia Civil es inevitable. Pero, ¿son el ladrón y el asesino la misma persona? A partir de ese momento, y en paralelo a Ramón Sigüenza, guardia civil de la comandancia de Santander, rastreará por toda la ciudad los pasos del criminal que siempre parece ir dos pasos por delante. Auxiliada por sus, siempre a punto, armas de mujer, irá introduciéndose en los turbios negocios inmobiliarios de Cantabria, donde el amor se compra en efectivo. Sus métodos poco ortodoxos le harán seguir la pista del dinero hasta los oscuros callejones de Amsterdam, donde, quizás influenciada por la embriaguez del hachís, sentirá en su nuca el aliento de una sombra. Poco a poco, su impetuoso empuje y la proximidad de la verdad provocarán que navajas y revólveres apunten en su dirección con intención asesina.
La intervención de la Guardia Civil es inevitable. Pero, ¿son el ladrón y el asesino la misma persona? A partir de ese momento, y en paralelo a Ramón Sigüenza, guardia civil de la comandancia de Santander, rastreará por toda la ciudad los pasos del criminal que siempre parece ir dos pasos por delante. Auxiliada por sus, siempre a punto, armas de mujer, irá introduciéndose en los turbios negocios inmobiliarios de Cantabria, donde el amor se compra en efectivo. Sus métodos poco ortodoxos le harán seguir la pista del dinero hasta los oscuros callejones de Amsterdam, donde, quizás influenciada por la embriaguez del hachís, sentirá en su nuca el aliento de una sombra. Poco a poco, su impetuoso empuje y la proximidad de la verdad provocarán que navajas y revólveres apunten en su dirección con intención asesina.
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Salgo a leer, como cada tarde, a mi pequeña terraza; me siento con la mirada puesta en la carretera general y en el libro que voy a comenzar, y aparece la primera sorpresa: Beatriz, la protagonista, atraviesa el mismo camino, que yo antes miraba, camino de Laredo. Coincidencia o no, hace que sonría y me introduzca en la lectura sintiéndome participe de la acción.
El relato pronto me engancha y, me vuelve a poner en la carretera camino de Santander, aquí también paseo por sus calles y por los lugares donde transcurre la investigación y me meto de lleno en los personajes. Y digo en plural, porque la narración la llevan a cabo, a parte de Beatriz, un comisario de la guardia civil; lo que da a mi lectura una doble visión de los hechos, y dos formas distintas de sentir lo que ellos.
El autor maneja bien las descripciones, sin llegar a saturarme de conocimientos que harían que perdiese el hilo de lo escrito. Sabe llamar mi atención en las cosas más sencillas y escenifica para mi una novela negra de las que gusta leer en esta primera tarde de verano.
Es la primera novela que leo de esta atípica investigadora, y me han quedado ganas de seguir descubriendo, tanto a ella como a su entorno, pues seguramente me harán disfrutar en lo sucesivo, como lo han conseguido con este caso.
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Es la primera novela que leo de esta atípica investigadora, y me han quedado ganas de seguir descubriendo, tanto a ella como a su entorno, pues seguramente me harán disfrutar en lo sucesivo, como lo han conseguido con este caso.
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Coincido contigo en lo que escribes sobre esta novela. La estoy empezando a leer y me está enganchando. Empiezo ahora a leerla desde el punto de vista del comisario de la guardia civil. Saludos.
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